La industria auxiliar de la constructora pública dice basta ante sus pésimas condiciones laborales y protagoniza la primera huelga indefinida del sector en la ciudad portuaria desde que ardió la Asamblea Regional en el 92. Lo hace, además, en un momento decisivo: el final de las obras del submarino S-82 de la Armada
La cuarta jornada de la huelga del metal de Cartagena escala en tensión con vallas quemadas frente a Navantia
Al metal de Cartagena ya no le queda paciencia. Hace muchos años que los trabajadores de un sector clave en el sureste peninsular viven alojados en la precariedad. La industria auxiliar de Navantia, en el astillero de la ciudad portuaria, comenzó el 17 de junio una huelga indefinida que no va a cesar hasta que no se mejoren las condiciones laborales de más de 2.000 empleados repartidos en 60 empresas.
En el interior de las instalaciones de la constructora naval pública reina ahora una calma tensa en lo que antes era un caos ordenado de trabajo. Es afuera, en la puerta, a la entrada, y también en las calles, donde está todo el mundo: dejándose la voz al gritar a los megáfonos, levantando pancartas, colocando, como sucedió este viernes, barricadas de vallas y plásticos en llamas en varios puntos de la única carretera de acceso a la compañía. La Guardia Civil ha establecido un perímetro de seguridad y se ocupa de afianzarlo por turnos, porque las protestas se prolongan durante las 24 horas del día, aunque su punto álgido es siempre sobre las siete de la mañana.
El parón ha puesto en jaque el futuro inmediato de uno de los proyectos tecnológicos y militares más especiales del Ministerio de Defensa: el submarino S-82. Sin las auxiliares, exclaman al unísono todos los manifestantes, Navantia se cae y no tiene posibilidad de levantarse.
La raíz de las protestas, que no son nuevas, sino que se vienen produciendo en silencio durante un lustro y de manera simbólica y pacífica todos los miércoles del pasado mes de abril, radica en el convenio del metal murciano, cuyas negociaciones de mejora entre sindicatos y la FREMM —Federación Regional de Empresarios del Metal de Murcia— están en punto muerto, sin comunicación y sin avances, según constatan fuentes consultadas de UGT. Las grandes factorías como Navantia —y no solo, porque el sector incluye a otras en Cartagena como Repsol— disponen de un convenio propio con unas condiciones más que dignas. La industria de apoyo reclama unos derechos mínimos a los que agarrarse.
Agravio comparativo
“En la Región de Murcia tenemos el peor acuerdo colectivo de toda la industria española”, dice, directamente, el responsable del metal de UGT-FICA en la comunidad, José Antonio García. Sindicalistas y trabajadores denuncian, por encima de todo, un agravio comparativo con respecto a los otros dos astilleros que posee la constructora, en Cádiz y en Ferrol, y reclaman igualdad de trato en dos vías: primero, incluir en el convenio el plus de astillero que sí pagan las auxiliares en los polos andaluz y gallego. Este plus incrementaría el salario base de los trabajadores en unos 700 euros.
Segundo, los extras por peligrosidad, por trabajo con elementos tóxicos y químicos y por hacerlo en condiciones de gran esfuerzo físico —que, pese a estar recogidos algunos en convenio, solo unas pocas empresas los conceden—. Cada empleado que ahora grita hasta ahogarse tiene una vida propia que sacar adelante y una mochila a sus espaldas de años cobrando apenas el sueldo mínimo. La sensación unánime es que el acuerdo lleva más de una década estancado; que el coste del día a día ha subido mucho; que los salarios se han quedado atrás. Otra de las premisas sindicales es pactar con la patronal una subida progresiva de la retribución.
Las protestas se prolongan durante todo el día en las puertas principales del astillero de Navantia.
“Construyo submarinos por 1.000 euros al mes”, escribe un trabajador en una pancarta que luego agita con una vehemencia que no se veía en el astillero de Cartagena desde los años 90. La industria auxiliar de Navantia dobla en número de empleados a la plantilla de la empresa estatal en la ciudad, según cifras de UGT.
Perder dinero mientras uno trabaja
“Con la huelga estamos todos perdiendo dinero cada día, claro. Pero hemos perdido mucho más todos estos años mientras trabajábamos. No nos pagan lo que nos corresponde, como sí hacen en otros astilleros. Yo trabajo siempre, en mi nave, rodeado de polvo en suspensión de las obras del submarino. Llego a casa y estornudo partículas negras, como si fuera hollín. Nunca he recibido ni un euro de plus por tóxicos”, explica el trabajador de la pancarta. Acumula, dice, casi una década y media trabajando en la auxiliar. Toda su vida laboral.
Sin embargo, nunca ha estado exento de la incertidumbre de poder perder su trabajo de un día para otro. Ha tenido varios periplos de desempleo hasta conseguir reengancharse en otras empresas del astillero. Es en esa temporalidad donde entra en juego la siguiente reclamación básica de la huelga: la regulación de la subrogación. Explican fuentes de UGT que las auxiliares firman licitaciones temporales con Navantia en forma de contratos de obra, y que cuando éstos concluyen, las licitaciones se reinician, y otras empresas pueden concursar y ganarlas. Los empleados, entonces, se quedan en tierra de nadie. El sindicato exige medidas de amparo. “Te pueden echar y no darte explicaciones. O cambiarte de puesto y cobrar incluso menos que antes. Nunca estamos seguros de nada. Al bajo sueldo se le suma que puedes quedarte en la calle cada poco tiempo, sin ninguna protección”, esgrime el trabajador.
Hay mucho en juego. La última huelga indefinida que sacudió el metal y la fabricación de submarinos y buques en la ciudad portuaria fue en el 92, en plena reconversión industrial. Entonces acabó la Asamblea Regional en llamas. Ahora arden vallas y plásticos en la única carretera que conecta la ciudad con el astillero. Los efectivos de la Guardia Civil acuden en masa para restablecer la normalidad.
División sindical
La mayoría de los empleados prefiere permanecer en el anonimato por si después hubiese represalias. Dejan las declaraciones oficiales en manos de los sindicatos. UGT es el único mayoritario que ha convocado el parón. José Antonio García detalla que los trabajadores de la auxiliar apenas perciben, de media, 22.000 euros brutos anuales.
El representante del metal de UGT explica que antes de la firma del actual convenio entre sindicatos y la FREMM, en 2023, la patronal adquirió el compromiso de incorporar, antes del siguiente acuerdo colectivo, que debería ratificarse a finales de este año, el plus de astillero y la subrogación. En marzo, UGT comenzó los contactos con la FREMM para incorporar dichas mejoras a la mesa y hacerlas realidad de una vez. Pero no hubo, añade García, contestación alguna. “La patronal pretende alargar las negociaciones en el tiempo, darle patadas al balón y prorrogar el convenio sin avances. Eso no lo podemos consentir”.
Fuentes consultadas de la FREMM indican que “el acuerdo colectivo está vigente hasta fin de 2025”. La patronal ha ofrecido a los sindicatos, inciden las mismas fuentes, “el inicio de los contactos en otoño”.
CCOO permanece, por el momento, al margen de las protestas. Ambos sindicatos mayoritarios han entrado en una especie de discrepancia sobre las formas y los tiempos. Este viernes varios centenares de trabajadores fueron en manifestación a la puerta de la organización obrera, cuyas fuentes internas consultadas apelan a “adelantar la negociación del convenio a primeros de septiembre”, también con el plus de astillero y la subrogación como sustento del diálogo. “No entendemos este giro de UGT fuera de la mesa ni tampoco la convocatoria de la huelga”, apostillan.
UGT no esconde que uno de los motivos del parón indefinido es que el plazo del submarino S-82 está a punto de finalizar y deberá, en pocos días, ser entregado a la Armada para comenzar las prácticas en puerto y mar abierto. La Verdad publicó el pasado martes que Navantia dará por terminada la nave sumergible el 30 de junio. El sindicato sabe, en un sector que calcula todo al milímetro, que sin la industria auxiliar esas fechas podrían sufrir retrasos.
Fuentes de Navantia contactadas por elDiario.es evitan “hacer valoraciones” sobre la huelga por “cautela”, aunque reconocen que es “evidente” que la empresa pública, que no es parte negociadora en este convenio, “se ve afectada” por ella y desea “una pronta solución”. La constructora naval subraya, sin arrojar ninguna fecha concreta, que la previsión actual es que el submarino “esté listo para su puesta a flote este verano”.
“¿Por qué tenemos menos posibilidades que el resto?”
En la casa de Javier y Carmen, un matrimonio que trabaja en otra compañía auxiliar, no está entrando ni un solo euro desde el martes. Tienen dos hijos pequeños. Pierden, calculan, unos 150 euros diarios entre los dos por cada día de huelga. “Cuando viene algún compañero de Cádiz o de Ferrol a hacer determinados trabajos con nosotros todo se nos vuelve más claro. Nos explica lo que gana a la hora, los pluses que tiene, las dietas. Ahí nos damos cuenta de lo injusta que es nuestra realidad. Somos trabajadores igual de preparados. Tenemos la misma capacidad y el mismo puesto. Hemos recibido la misma formación. ¿Por qué no tenemos las mismas posibilidades?”, se pregunta ella.
Los trabajadores enfilan la carretera de acceso a Navantia, minutos después de que se hayan apagado las llamas de las barricadas, cuyos restos aún permanecen en el asfalto.
Un par de técnicos apuran un café en un kiosko muy cercano al astillero, en la misma carretera que al amanecer estaba cortada por las llamas. “El sueldo es tan bajo que tienen a la gente cogida por los huevos. Nos vemos obligados, por ejemplo, a echar un sinfín de horas extra para ganar algo decente. A mí no me llega para mantener a mis hijos, el comedor del colegio, la vida. Hago cuatro horas extra al día porque no llego a fin de mes. Cuando llevas mucho tiempo así pierdes la noción de todo el esfuerzo que haces. Hasta te parece algo normal”, denuncia uno de ellos.
Hace 33 años, muchos de los manifestantes que entonces colmaron las avenidas céntricas de Cartagena eran de la propia Bazán, el antiguo nombre de lo que hoy es Navantia. No existía la industria auxiliar. Todos formaban parte de la plantilla de la empresa. Cuentan los obreros más veteranos que, antes de cumplir los 18, uno podía entrar a trabajar y estar ahí toda la vida con un buen salario. Todo cambió cuando construir submarinos y barcos se convirtió en una competición por ver quién puede ahorrar más costes. “La descentralización industrial, al final, escatima muchos gastos en las empresas. Los perjudicados son los de siempre: los obreros”, apuntala José Antonio García.
Los dos técnicos dejan los vasos vacíos sobre la mesa del kiosko y regresan rápido a la primera línea de la protesta. El otro, que había permanecido callado, escuchando a su compañero, dice: “La industria del metal en la Región es así. Estamos en otra liga que, desde luego, es muy inferior. Se supone que tenemos más derechos que hace años. Pero hay una cosa segura: aquí esos derechos se aplican menos”.