Las administraciones avanzan en la restricción de móviles en la ESO y pantallas en Infantil al tiempo que docentes y expertos piden no renunciar a la enseñanza de las nuevas tecnologías
Los expertos del Gobierno aconsejan móviles analógicos y evitar pantallas hasta los 6
No hace tantos años, en unas jornadas de puertas abiertas de una escuela cualquiera, era habitual que el centro mostrara con orgullo a las futuras familias sus tabletas y paneles digitales, también en aulas de Infantil. Algunas lo celebraban, la mayoría lo veían acorde a los tiempos. Pocas se preocupaban, pero hoy son ya las que más abundan. “Piden que no haya pantallas, hay una gran conciencia sobre ello; una de las preguntas más habituales es cómo las gestionamos”, constata Jordi Barberán, director del colegio Salesians Rocafort de Barcelona.
La creciente inquietud familiar es un termómetro del viraje tecnológico que viven actualmente los centros. Pero hay más síntomas. El optimismo de las últimas décadas a la hora de incorporar dispositivos digitales en las aulas, siempre con ánimo de que sumaran educativamente, ha dado paso en los últimos años –y por primera vez– a un giro restrictivo. El temor es que algunos de ellos resten más de lo que aportan en ámbitos como la convivencia o la concentración de los escolares.
El primer damnificado de este giro ha sido el móvil. El curso 2023-2024 fueron diversas las comunidades autónomas en España que avanzaron en su prohibición en todo el recinto escolar, una tendencia creciente en la mayoría de países europeos desde hace unos años. El otro repliegue generalizado ha sido el de las pizarras digitales y las tabletas en la etapa de Infantil, siguiendo orientaciones como la de la Asociación Española de Pediatría, que recomienda a las familias evitarlas hasta los 6 años.
Solo en lo que va de 2025, Catalunya, Murcia, Asturias y Baleares han aprobado distintas restricciones en el uso de pantallas en Infantil –donde se busca casi por completo un entorno analógico– y en Primaria. Un proceso no exento de complicaciones, puesto que parte del dinero empleado para su distribución masiva de estos equipamientos tras de la pandemia procede de los fondos Next Generation, acompañados de una garantía frente a su desmantelamiento.
Galicia ha sido también ejemplo reciente de frenazo. Las familias se opusieron al plan de digitalización y algunos los centros empezaron a darse de baja –no era obligatorio–, lo que condujo a la Xunta a rectificar y revisar el programa.
Fuera de España, la tendencia en Europa es restringir el uso del móvil. Sobre las demás pantallas, el volantazo más brusco ha sido el que ha dado Suecia, que anunció el pasado curso una progresiva retirada de las aulas en favor de un mayor uso de los libros de texto. Atribuían a los excesos digitales parte de su caída en los resultados de lectura en las pruebas PISA de 2022. La paradoja es que en ese mismo ránking internacional se disparó Estonia, cuya apuesta por lo digital ha sido central.
Vetos a móviles y tabletas
En Salesians Rocafort, el replanteamiento ha consistido en vetar los móviles y retirar las tabletas de Infantil en los últimos años, según describe su director. “Hemos recuperado un número de tareas más elevadas en papel”, afirma. Aunque añade que eso no significa renunciar a las herramientas digitales, como los portátiles o las pizarras digitales, y a su potencial pedagógico y de motivación para los alumnos.
Màrius Martínez, doctor en Ciencias de la Educación en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), defiende que revisar el despliegue digital es algo natural. “La tecnología evoluciona tan deprisa que conviene hacerlo”, señala. “Por tradición e inercia se ha equipado masivamente a los centros y ahora hemos detectado que causa algunos problemas a los que queremos poner remedio”, añade.
El departamento de Educación catalán encargó a Martínez coordinar sendos comités de expertos para evaluar el uso de todas las herramientas digitales en las aulas. Su informe se presentó este junio junto con el Plan de Digitalización Responsable de la Generalitat, que incluye el veto a los móviles en todas las etapas educativas (una decisión que curiosamente va más allá de la regulación que recomendaban los expertos).
Martínez identifica como punto de inflexión del tecnooptimismo escolar un informe de UNESCO de 2023 que cayó como un toque de atención sobre los sistemas educativos. El dictamen, Tecnología en la educación: ¿una herramienta en los términos de quién?, advertía de algunos riesgos, como el interés de algunas empresas para promover el uso de sus productos sin demasiadas evidencias o la falta de estudios sobre el impacto a largo plazo de su empleo.
“Es difícil obtener respuestas concluyentes sobre tecnología en general, existen experiencias interesantísimas de usos en el aula, con mejoras en los resultados académicos acreditadas, pero al mismo tiempo los profesionales señalan grietas en los dispositivos por la que se cuelan algunas problemáticas”, señala Martínez. Las distracciones del alumnado son una de ellas. Según la OCDE, más del 30% de los alumnos españoles afirma que se distrae en casi cada clase de matemáticas debido a su móvil o al de sus colegas.
La OCDE incide en que depende mucho de cada situación. “Los estudiantes que usan con frecuencia el teléfono móvil en la escuela son más propensos a que su atención se disperse, ya que resulta difícil resistirse al atractivo de actividades no educativas y a las notificaciones; en cambio, los datos de PISA sugieren que el uso de software educativo presenta una asociación negativa más moderada con la concentración”, apuntan en su informe Students, digital devices and success.
Un grupo de niños trabaja con tabletas en el aula
Móviles no, ordenadores sí
A pie de aula, hablar de tecnología es hacerlo sobre una infinidad de frentes abiertos y en constante cambio. No son solo los móviles y los ordenadores, sino también las aulas virtuales donde se cuelgan los materiales (con el debate asociado de si hay que usar las de grandes empresas como Google o no), los programas de robótica o el terremoto que supone ahora la entrada de la Inteligencia Artificial. Todo ello sin contar con la mochila que lleva cada alumno de casa, las horas que pasa pegado al móvil, a qué aplicaciones y si lo hace solo o acompañado.
Carme Mora, directora del Instituto Marta Mata de Salou (Tarragona), se declara partidaria de integrar la tecnología en las aulas, pero en los últimos años su centro ha llevado a cabo algunos ajustes. El más destacable es el veto a los móviles. “Sabemos que tienen potencial educativo, pero puestos en una balanza hemos salido ganando sin ellos, por ejemplo en mejor convivencia, relaciones en el recreo y menor ciberacoso”, señala esta docente, que ha participado como experta en la comisión impulsada por la Generalitat.
A nivel pedagógico, lo cierto es que el uso del móvil en las aulas siempre ha sido residual. Entre un 63% y un 66% de los profesores declararon en una encuesta para el instituto público catalán Ivàlua que no requerían su empleo. Y de los que sí animaban a usarlo en clase, el 75% decían haberlo hecho solo un par de veces al trimestre, para actividades puntuales. “Todo el potencial educativo que puedan tener ya queda cubierto con lo que te ofrece el portátil”, constata Barberán.
La misma encuesta de Ivàlua apunta también que el mayor beneficio de la medida es la disminución de incidencias (el 59% de profesores lo ve así). Pero en cuanto a la supuesta pérdida de atención del alumnado o a su rendimiento académico, en realidad son mayoría los profesores que creen que no varía o que no se puede valorar si tienen o no impacto.
Mora reconoce que hubo “mucha alegría” en la acogida de pantallas y recursos digitales en el Instituto Marta Mata de Salou. “La madurez actual nos permite decir qué nos aportan unas y qué nos quitan, pero no creo que haya que retroceder en su incorporación sino resituarlas, porque la tecnología es una herramienta que ha llegado para quedarse y debemos enseñar a los alumnos a usarla correctamente”, argumenta.
Esta directora hace una defensa abierta de la presencia de portátiles y pantallas interactivas en su instituto. Sobre los primeros, recuerda que han servido para “democratizar” el acceso a la tecnología. Tras la pandemia, en Catalunya se han repartido más de 300.000 ordenadores individualmente a alumnos a partir de 5º de Primaria, dispositivos que los niños y niñas meten en la mochila cuando acaban las clases para poder usarlos en casa. “Sin eso, solo tendrían ordenador los que se lo pudieran pagar”, constata esta docente.
Asimismo, recuerda que los alumnos no se pasan las cinco horas lectivas frente al ordenador, igual como tampoco está encendida todo el rato la pantalla interactiva del profesor. “Las pizarras digitales son una ventana muy útil para que el docente proyecte sus materiales, para consultar internet, poner documentales, para recursos concretos de matemáticas… No concebimos la educación sin ellas”, enumera Mora.
Donde hay más disparidad de visiones es en si el portátil es una fuente de distracción para los alumnos. Mora asegura que los cortafuegos al acceso a determinadas webs, con las redes sociales a la cabeza, funcionan. “Siempre te encontrarás al que hace usos indebidos, pero como está reglado pues se lo quitas un tiempo antes de devolvérselo”, opina. Barberán reconoce más dificultades: “El que sabe un poco de informática se salta las restricciones y se acaba conectando simultáneamente a diez sitios distintos, como por ejemplo cuando vimos que algunos miraban el Mundial de Fútbol”.
Educar en los riesgos e Inteligencia artificial
Por si faltaban pruebas, que este curso que ahora acaba ha sido el del replanteamiento de la estrategia digital educativa lo constata otro estudio, el encargado por el Ministerio de Juventud e Infancia, para el desarrollo de un entorno digital seguro para los menores. Sus conclusiones más destacadas fueron hacia el uso personal y familiar de las pantallas, para evitar un consumo excesivo que derive en problemas de salud mental, violencia o conductas de odio, pero había también propuestas para la escuela.
Plantea priorizar la enseñanza analógica hasta –y durante– la Primaria o eliminar las apps educativas que incluyen gratificaciones inmediatas, pero también considera necesario potenciar la formación digital de los profesionales y reforzar acciones educativas para ganar competencias en alfabetización mediática o educación sexo-afectiva, que se ve a menudo condicionada por internet.
El informe sitúa a los colegios en una posición privilegiada para la enseñanza tecnológica: “Los centros constituyen hoy en día uno de los espacios más seguros para niños, niñas y adolescentes en relación con la capacitación en la utilización y uso responsable de las tecnologías digitales”.
En ello andan en el Marta Mata o el Salesians Rocafort, comentan sus respectivos directores, que ahora deben lidiar con la irrupción de una Inteligencia Artificial cuyo potencial y riesgos asociados ni siquiera conocen los propios docentes. Ambos coinciden en que el uso de ChatGPT o Gemini es constante entre sus alumnos, especialmente a partir de 4º de la ESO, y les ha obligado a trasladar al interior del aula algunos trabajos de investigación o redacciones cuando necesitan evaluar determinadas competencias de los alumnos.
“Estamos en una etapa de reflexión, para saber si la integramos o no y cómo lo hacemos”, reconoce Mora. “Nos cambiará la forma de trabajar, es un tema que preocupa mucho a los profesores ahora mismo”, dice. Martínez defiende que los docentes puedan plantear su uso sin que se abogue por vetarla de las aulas: “Prohibirla sería negar la evidencia de que tiene usos interesantes, desde preparar preguntas de examen a generar contenidos, hacer de buscador, de asistente tutorial. ¿Cómo vamos a obviarlo?”.