viernes, junio 20 2025

Por qué cada vez más gente paga para hacer planes sin teléfono móvil: “El primer día sientes que te falta un brazo”

La tendencia responde a la necesidad de parar de algunos y de desconectar de otros. Hay quien también busca lo contrario: reconectar consigo mismo, con un amigo o con su pareja, sin teléfonos ni notificaciones de por medio

Odio mi teléfono: por qué hemos olvidado cómo era vivir sin estar todo el día conectados

Cuando Monique Golay pregunta a los asistentes al evento si se acuerdan de la última vez que se aburrieron, casi nadie levanta la mano. Golay organiza cada semana un encuentro en Barcelona destinado a aquellos que quieren pasar unas horas leyendo, reflexionando o dibujando en un espacio libre de dispositivos móviles. The Offline Club celebra quedadas similares para hacer puzles en antiguas iglesias de Ámsterdam, leer en cafeterías de París, Londres y Copenhague, o hacer yoga en un parque de Milán. Otras empresas similares venden estancias en cabañas repartidas por Europa en las que no hay conexión telefónica y viajes a resorts con el único objetivo de leer sin interrupciones los libros que se han ido acumulando en la mesilla. 

La tendencia responde a la necesidad de parar de algunos y de desconectar de otros. Hay quien también busca lo contrario: reconectar consigo mismo, con un amigo o con su pareja, sin teléfonos ni notificaciones de por medio. Entre todos han conseguido que se viralicen en Instagram y TikTok las escenas de jóvenes y no tan jóvenes recuperando actividades que no requieren interactuar con ninguna pantalla. Según el informe de tendencias de viajes de Hilton para este 2025, a pesar de que el 78% de los viajeros prefieren hacer todas sus reservas online, cerca de una cuarta parte deja de consultar las redes sociales durante sus vacaciones y limitan el tiempo dedicado a las pantallas más que antes. La búsqueda de calma y la desconexión digital están, según la BBC, entre las tendencias del año.

El auge de esta oferta no sería posible precisamente sin las redes sociales. The Offline Club, creado en Holanda en 2024, asegura que alcanzó los 100.000 seguidores en Instagram en apenas un mes. La realidad no escapa a ninguno de estos empresarios, como los dueños de esta cafetería offline de la capital holandesa donde los clientes se reúnen a leer, dibujar o coser. Su promesa es “combatir la soledad”, “recuperar la concentración en tiempos de distracciones constantes” y “mejorar la salud mental”. “La ironía”, reconocen los organizadores, “es que el encuentro que prohíbe el uso de teléfonos móviles se hizo viral, ONLINE”. 

Como ellos, la fundadora de los resorts literarios de Ladies Who Lit, Megan Christopher, los anuncia en redes sociales y ve que en una o dos horas se esfuman las entradas para estancias de cinco días que cuestan entre 2.000 y 4.000 euros por persona según el destino —desde Marruecos hasta el Caribe, pasando por la Toscana italiana, Mykonos en Grecia o Sevilla en España. La cabaña de Unplugged Cabins en Catalunya, por una media de 500 euros por tres o cuatro noches, también tiene bastantes fechas con lista de espera.

Cuando su cofundador, Hector Hughes, decidió lanzar esta empresa con su socio, ambos estaban convencidos de que los principales clientes serían profesionales agotados en busca de un respiro, en medio de la naturaleza, pasando unos días en una cabaña sin conexión a Internet. Pero se han encontrado con que tres de cada cuatro reservas son de parejas que buscan volver a conectar entre sí. Algo parecido le ocurrió a Christopher, la empresaria detrás de los resorts literarios de Ladies Who Lit. Ella admite que sus clientas acuden en busca de descanso y desconexión, pero también de otras personas con las que comparten los mismos intereses. 

Cuanta más tecnología, menos intimidad

“Puedes vivir con otra persona y verles todos los días sin estar realmente ahí con ellos. Estás en TikTok o respondiendo a notificaciones y todo eso te quita de prestar atención a la otra persona, así que contar con ese espacio para volver a conectar es mágico”, cuenta el británico Hughes a elDiario.es. Su empresa ofrece estancias en cabañas en varios puntos de Reino Unido y acaba de estrenar una a apenas una hora de Barcelona. “Hemos escuchado varias anécdotas de parejas que tienen una discusión importante nada más llegar, porque era algo que estaba ahí, pero no tenía espacio para salir a la superficie”, cuenta. Sin conexión ni distracciones, a los visitantes de la cabaña no les queda otra que resolverlo en un par de días. 

La investigadora norteamericana Sheryl Turkle, autora de Alone Together o En defensa de la conversación, avisó de que el avance de las tecnologías de dispositivos móviles y redes sociales provocaría que la comunicación sea cada vez más superficial, con un impacto negativo en nuestra intimidad y en la calidad de las conversaciones. Turkle lo avanzó a principios de la última década. Desde entonces, el número de usuarios de redes sociales ha pasado de 970 millones en todo el mundo a más de 5.200 millones, según este informe de las consultoras We Are Social y Meltwater.

Y efectivamente, con esa misma explosión de usuarios de redes sociales también se han hundido nuestras interacciones en persona, como denuncia este informe elaborado el año pasado por el Centro de Investigaciones de la Comisión Europea sobre el uso de redes sociales y la soledad. Sus autoras concluyeron que el uso intensivo de redes como Instagram o TikTok está asociado con un incremento de la soledad, independientemente de las características demográficas de los usuarios, la cantidad de interacciones que mantienen en persona o el tiempo que dedican a otras actividades digitales como videojuegos o entretenimiento. 

No tener el móvil a mano supone para muchas personas una cuestión de ansiedad. No es solo quedarse desconectado, sino quedarte fuera

José de Sola
Psicólogo

“Vivimos en una sociedad donde prácticamente toda la comunicación pasa por las pantallas”, reconoce a este periódico José de Sola, doctor en psicología y psicólogo en De Salud Psicólogos. “No tener el móvil a mano supone para muchas personas una cuestión de ansiedad. No es solo quedarse desconectado, sino quedarte fuera”, dice el también investigador en adiciones tecnológicas. De Sola añade al conocido ‘FOMO’ —fear of missing out, el temor a perdernos una notificación o mensaje—, la sensación de quedarnos “fuera de ese contexto social creado en torno a lo digital, que para muchas personas es el único contexto que tienen”.

“Acabas con una sensación de paz inmensa”

Esto es justo lo que buscaba Guillermo Varela en una de las cabañas desconectadas en los Pirineos catalanes. “Trabajo con el móvil y con redes sociales, y habitualmente tengo problemas para respetar el horario laboral que mi salud mental necesita”, dice Varela, chef profesional y creador de contenido en @cookingfromspain. “Cuando vi el concepto de hacer un detox digital, sentí al instante que era algo que tenía que probar”, afirma. Más de un mes después de su paso por la cabaña, Varela (28 años) reconoce que se trataba de “desconectar de la ciudad, del móvil, del correo electrónico y del trabajo por unos días”, aunque el motivo principal era lo que lograría después: “Reconectar con uno mismo, aterrizar de nuevo en el presente, apreciar la belleza de la naturaleza sin distracciones”.

Varela dice que nunca olvidará “el vértigo y sensación incómoda” que le invadió cuando él y su pareja guardaron los móviles en la caja que proporcionan en las cabañas de Unplugged Cabins. “La primera media hora lo agradeces, pero luego pasas las siguientes 12 o 24 horas sintiéndote semidesnudo e inseguro. Poco a poco te acostumbras y acabas con una sensación de paz inmensa”. Hughes también cuenta que una experiencia similar en un retiro silencioso le inspiró a crear este negocio. “El primer día tienes más ansiedad, los teléfonos son una parte importante de nuestras vidas y sientes que te falta un brazo. Pero luego la mente se va calmando y lo más sorprendente es que casi te sientes supernatural”, recuerda.

La primera media hora lo agradeces, pero luego pasas las siguientes 12 o 24 horas sintiéndote semidesnudo e inseguro

Guillermo Varela
Usuario de una cabaña desconectada

Golay, que está a cargo de los eventos de The Offline Club en Barcelona, reconoce que ella misma ya había intentado practicar estos momentos de desconexión cuando vio en Instagram uno de los encuentros de la organización en Ámsterdam. Defiende que una de las claves de su éxito es que permite a los asistentes “bloquear” el tiempo para conseguirlo. “Incluso cuando estás en casa, al final entre que te pones a ordenarla o te vas distrayendo y tu hora de lectura se ha convertido en limpieza, hacer la cena, escuchar un pódcast y llamar a un amigo… cuesta mucho”, admite. 

Lo que comenzó como una serie de citas semanales en una cafetería barcelonesa ahora se ha extendido a convocatorias mensuales, de un día entero, para recuperar aficiones y actividades de ocio, en persona, sin interrupciones. “Nosotros lo que hacemos es poner el espacio y asegurarnos de que no haya distracciones”, dice Golay. La facilitadora explica que sus eventos están organizados en dos partes. Durante la primera, cada persona se sienta a solas a leer, dibujar o reflexionar. En la segunda hay actividades como charlas o juegos para interactuar con los demás. Dice que los asistentes suelen llegar “estresados”, pero “poco a poco aterrizan, empiezan a escribir” y aunque tarden en concentrarse, “al final están mucho más abiertos y conectados”. 

Una población cada vez más concienciada

Los responsables de estas empresas aseguran que la mayoría de sus clientes son adultos entre los 25 y los 40 años, aunque hay excepciones mucho más jóvenes y también participantes de hasta 75 años. El psicólogo y terapeuta De Sola lo atribuye a dos factores. El primero es que hay una parte de la población “muy sensibilizada” con los efectos de la comunicación digital y del consumo de redes sociales, y que se ha mostrado “cansada” y ha sentido la necesidad de recuperar un poco la vida de antes. Son sectores, dice De Sola, “que seguramente además trabajan con el móvil, que están todo el día conectados por trabajo o lo que sea y se han visto en la necesidad de desconectar”.

Es lo mismo que ayuda cuando a un adicto se le mete en un grupo de terapia para que deje de fumar. El hecho de tener a otros a su lado que lo están intentando, también es un refuerzo

José de Sola
Psicólogo

La segunda clave es la experiencia colectiva. “Quieren probar qué es poder estar sin el móvil y en un entorno donde les obligan a no cogerlo”, explica el profesional. “Es lo mismo que ayuda cuando a un adicto se le mete en un grupo de terapia para que deje de fumar. El hecho de tener a otros a su lado que lo están intentando, también es un refuerzo”. Javier Albares, médico y autor de Generación Zombi (Península), el libro en el que explora el impacto de las pantallas en el sueño y bienestar de los adolescentes, añade que este compromiso, tanto individual como con el grupo, puede resultar clave en el éxito de estas estrategias. “Para vencer cualquier hábito destructivo es necesario un compromiso previo”, escribe Albares, “la promesa aumenta las probabilidades de resistirse a una tentación”. 

La búsqueda de ese refuerzo, apuntalado además por encontrar una comunidad con sus mismos intereses, fue lo que llevó a Samantha a reservar su primera estancia en una de las villas que ofrece la empresa Ladies Who Lit en Barcelona. A sus 24 años, esta consultora financiera de Newcastle (Reino Unido), nunca antes había viajado sin compañía, ni había ido a un resort ni había participado en un evento de lectura. También lo descubrió en TikTok “en un momento de estrés personal y profesional”, explica a elDiario.es. “Empezó como una forma de desconectar y darme la posibilidad de leer, que es mi mayor afición y la tenía abandonada”.

Sin embargo, la promesa de descanso sin interrupciones también escondía algo más. “Estar en ese espacio seguro, la conexión y las amistades que se van forjando es algo que no he encontrado en ningún otro sitio”, dice Samantha. “Fueron las vacaciones perfectas, un recordatorio de que está bien parar y hacer algo para ti misma”, añade esta joven británica que planea estos días una nueva escapada lectora con otra de las asistentes. 

“Creo que buscan espacios de paz en medio de vidas muy estresantes”, explica Christopher, responsable de los resorts de Ladies Who Lit. “Como mujeres creo que nunca hemos tenido tantas cargas con el trabajo, la familia, parejas, hijos… lo que sea. Y lo que nosotras ofrecemos es que desde el instante que llegan, no tienen que pensar en nada. Pueden relajarse y leer”. La empresaria también ha encontrado en las redes sociales al mejor aliado para consolidar un negocio que arrancó con la idea de organizar uno o dos resorts al año y que ha agotado todas las estancias, con dos encuentros al mes, hasta principios de 2026. 

Numerosas instituciones estudian desde hace varios años si las redes sociales contribuyen a la epidemia de soledad que sufren desde niños a mayores en muchos países. Una investigación sobre la relación entre la soledad y el uso de Internet, realizada por la Universidad de Chicago (EEUU) y la Universidad de Manchester (Reino Unido), intentó averiguar si la clave también está en cómo se usan las redes sociales y si los usuarios ya se sentían solos antes, no después. Concluyeron que “la soledad tiene una relación bidireccional con las redes sociales” y propusieron un enfoque nuevo: “Cuando la tecnología se emplea para estimular conexiones sociales, este uso está vinculado a una menor sensación de soledad, pero cuando se utiliza para huir del mundo offline, desplaza las interacciones sociales en persona y ahí es cuando causa una mayor soledad”. 

Motivados por el descubrimiento de una nueva comunidad, conocer a personas con sus mismos intereses o simplemente para experimentar cómo es volver a entretenerse sin depender de una conexión a Internet, los participantes en este tipo de encuentros parecen haber encontrado una realidad con la que sí quieren conectar. La diferencia con lo que habíamos visto hasta hace unos meses es que, en estos eventos, el único teléfono presente en la mayoría de estas escenas es el que la está grabando. Luego lo veremos en TikTok o Instagram, y vuelta a empezar.