La pintora realista heredera de Edward Hopper reimagina los mitos del país en una poderosa panorámica en el Museo Whitney de Nueva York que irá en septiembre a Washington si Trump no lo impide
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Las puertas del ascensor del Museo Whitney de Nueva York se abren en la quinta planta y el visitante se encuentra frente a una pared en curva con cinco retratos verticales y de tamaño idéntico. Sobre fondos muy definidos de color amarillo, verde, rojo, morado y rosa, emergen cuatro mujeres y un hombre, vestidos de colores vivos, elegantes, vagamente desafiantes. Amy Sherald ha pintado su piel con tonos de gris.
Sus retratos son siempre de personas negras, pero Sherald no utiliza los tonos marrones más naturalistas, sino una técnica llamada grisalla que le da un aire de escultura o de vieja fotografía a sus protagonistas. Dice que quiere que quien mira no se centre tanto en la raza de los retratados, y que observe la individualidad y la vida interior que intenta transmitir.
El arranque de la exposición muestra a personas corrientes, entre ellas The Girl Next Door, la vecina de al lado o el estereotipo en la cultura estadounidense de la chica “normal”, cercana y más bien sosa que durante décadas encarnaba en el cine una joven blanca y rubia. El retrato de Sherald es el de una mujer negra y corpulenta, con vestido blanco de puntos multicolores, un pequeño cinturón rojo y unos labios marcados.
La entrada de la exposición de Amy Sherald en el Museo Whitney de Nueva York.
La exposición se llama American Sublime, el título que eligió Sherald para esta panorámica de su obra que montó primero el Museo de Arte Moderno de San Francisco y que está ahora y hasta el 10 de agosto en el Museo Whitney de Nueva York. Su próxima parada está prevista desde septiembre en Washington, en un momento de gran presión para la institución semipública que la albergará, la red de museos del Smithsonian. “Sublime” en historia del arte se asocia con el romanticismo y a los grandes paisajes inquietantes, abrumadores.
“Se trata de estar abrumado por una experiencia. Las personas que ves en las pinturas, pero también las personas con las que estás en el espacio viendo la exposición, pueden compartir un sentimiento de lo sublime por la belleza y por la variedad del pueblo estadounidense”, explica a elDiario.es Rujeko Hockley, la comisaria del Whitney y de esta exposición que aspira a contar quién es Sherald más allá del retrato que le dio la fama, el de Michelle Obama en 2018.
Visitantes en la exposición de Amy Sherald en el Museo Whitney de Nueva York.
Amy Sherald, que nació en Columbus, Georgia, en 1973, cuenta que no había visto a una persona negra retratada hasta que estuvo frente a un lienzo del pintor realista Bo Bartlett en el museo de arte de su ciudad durante una visita escolar. En el cuadro de 1986 aparece un hombre negro con un cinturón de herramientas delante de una casita de ladrillo. El estilo y los cielos azules de Bartlett la marcaron.
Se considera heredera de otros retratistas estadounidenses realistas, como Norman Rockwell y Edward Hopper, muy asociado a la historia del Whitney y que, como muchos de los que llegaban a los museos en los años 40, solo retrataba a blancos. Sherald también aprendió de artistas afroamericanos que el Whitney reconoce no supo valorar en su tiempo, como Archibald Motley, William H. Johnson y Laura Wheeler Waring.
El momento actual
A Rujeko Hockley le gusta hablar de la “universalidad” y la humanidad con la que cualquiera puede conectar mirando los retratos de Sherald, pero también reconoce que “es imposible ignorar el momento actual”.
“Dudo un poco en decir que la exposición es oportuna porque, desafortunadamente, siempre ha sido oportuno reflexionar sobre la pertenencia, sobre quién forma parte de la historia de nuestro país y sobre quién la cuenta. Son preguntas recurrentes”, explica. “Este momento se siente muy oscuro en muchos sentidos, distópico y aterrador. La exposición no transmite ese sentimiento, pese a que hay mucho en juego en cuanto a la representación… Se puede hablar de pertenencia, de raza y de historia, pero también de belleza. Podemos tener belleza. Podemos tener alegría. Podemos experimentar lo bien que se siente estando en estas salas”.
La alegría la dan el cielo azul de los cuadros, los vestidos de colores brillantes, la dignidad de las personas retratadas y los fragmentos de la literatura de Toni Morrison, Emily Dickinson, Octavia Butler y Jane Austen que a menudo dan nombre a los cuadros. A veces, los títulos son comentarios irónicos a la apariencia de sus protagonistas atrapadas en fantasías. “Tenía sentido… sobre todo en su cabeza” es el título de un lienzo de una mujer vestida de amazona y que posa con la cabeza de un unicornio.
Sherald también reinterpreta los símbolos más universales de la cultura estadounidense, como la estatua de la Libertad convertida en una modelo trans o la pareja de hombres negros que se besan imitando la foto de Alfred Eisenstaedt en la celebración del final de la Segunda Guerra Mundial en Times Square en agosto de 1945.
Un fragmento de ‘For Love and for Country’ de Amy Sherald
Perseverancia
La pasión por el arte de Amy Sherald es una historia de perseverancia. En contra del criterio familiar que la empujaba a la Medicina (intentó esa carrera), estudió Bellas Artes con un grado y un postgrado en la universidad. En Baltimore, montó un estudio y siguió pintando aunque durante años no lograra vivir del arte.
Con 37 años, seguía trabajando como camarera y dedicándose a sus cuadros con el tiempo libre. Algunos de aquellos están ahora expuestos en el Whitney. Cuando empezaba a despuntar con su obra se encontró lidiando muy joven con problemas serios de salud de su familia y los suyos. En 2012, con apenas 39 años, recibió un trasplante de corazón.
Cuatro años después, ganó el concurso de la Galería Nacional de Retratos del Smithsonian con un cuadro de aire fantástico inspirado en Alicia en el país de las maravillas y que pinta una mujer de sombrero rojo brillante, mirada inquisitiva y una taza gigante. Se titula Miss Everything (Unsuppressed Deliverance), “Señorita todo (liberación no suprimida)”, una referencia a la tensión entre lo que es apropiado y el sueño “de ser algo diferente y verse de manera diferente de lo que otra gente ve”. Sherald fue la primera mujer y la primera persona afroamericana en ganar esa competición.
El gran premio
El premio consistía en 25.000 dólares y el compromiso de encargarle al ganador el retrato de una persona viva (podía ser cualquiera) para colgarlo en el Smithsonian.
Poco después, los Obama, recién salidos de la Casa Blanca, buscaban artistas para los tradicionales retratos presidenciales, y conocieron a Sherald. En 2017, la artista recibió así el primer encargo de su vida: pintar el retrato oficial para el Smithsonian de la ex primera dama Michelle Obama. Desde el principio, sabía que quería un retrato distinto de los que se suelen hacer de las primeras damas.
En el Whitney ahora, más de 40 retratos de mujeres —la mayoría— y hombres corrientes desafían los clichés de la cultura popular estadounidense desde el arranque de la exposición hasta llegar al más famoso, de alguien nada corriente.
Amy Sherald posando con su retrato de Michelle Obama en el Museo Whitney de Nueva York.
Michelle LaVaughn Robinson Obama es el cuadro que cambió su vida y la lanzó a la fama, y también una de las pinturas más populares de los últimos tiempos, con entradas agotadas desde su debut en el Smithsonian y en todos los museos que ha recorrido por el país.
Han pasado seis años desde que se presentó en Washington y ahora sigue siendo el lienzo que atrae más miradas y fotografías en Nueva York. En la exposición, el retrato ocupa en solitario una sala en medio del recorrido, y en unos minutos en el asiento enfrente se pueden observar a hombres y mujeres de todos los colores, edades y hablas pararse a posar con Michelle, su vestido colorista y ese aire de seguridad y desafío que Sherald retrató después de fotografiarla al aire libre.
“No quería que la pintura de Michelle Obama estuviera separada del resto de la exposición. Quería que estuviera integrada. Quería que entendiéramos cómo llegó a ella a través de la progresión de la exposición, en lugar de estar en una sala aislada, con la puerta cerrada”, explica Hockley, la comisaria de la exposición. “La gente tiene mucho apego específicamente por esa pintura… Así que queríamos brindarles la posibilidad de verla de cerca sin que se convirtiera en un problema de seguridad ni de acceso al resto de la exposición”.
En mayo de 2015, cuando todavía era primera dama, Michelle Obama inauguró el edificio de Renzo Piano donde está ahora el Whitney, en el sur de Manhattan. Hasta donde sabe la comisaria, todavía no ha ido a ver la exposición de Sherald.
Fragmento de ‘Breonna Taylor’ de Amy Sherald.
El otro retrato delante del que más público se para es el de Breonna Taylor, la trabajadora sanitaria de 26 años que murió víctima de la violencia policial en marzo de 2020 en Louisville, en Kentucky, cuando agentes de policía entraron en su casa a la fuerza en mitad de la noche para un registro. Uno de los agentes fue condenado por “uso excesivo de fuerza” en noviembre y espera sentencia.
Sherald hizo en 2020 un retrato por encargo de Vanity Fair y la pintó después de estudiar su vida y conversar con su madre para reflejar sus intereses. A Breonna le gustaba la ropa y la artista pidió a una diseñadora que le dibujara un vestido elegante y sexy. Le puso un anillo de compromiso en el dedo como símbolo del futuro arrebatado. Quería romper la idea plana de que Breonna era una víctima más. Su retrato está dedicado a las mujeres negras muertas por la violencia policial.
El futuro en Washington
Esta es la exposición que llegará a la Galería Nacional de Retratos del Smithsonian, donde Donald Trump está intentando imponer a nuevos gestores pese a no tener competencias para decidir.
Un mural de Amy Sherald delante del Museo Whitney de Nueva York
A finales de mayo, Trump dijo que había despedido a la directora, Kim Sajet, pese a que no tiene autoridad para echarla. El Smithsonian, supervisado por un consejo en el que están representadas las ramas del poder ejecutivo, legislativo y judicial, reiteró que la decisión no depende de Trump. Pero, tras dos semanas de desconcierto, Sajet decidió marcharse para no perjudicar a la institución en un enfrentamiento directo con el presidente.
Dos tercios del presupuesto de la red de museos es dinero público. De momento, se ha quedado de interino el subscretario de museos y cultura del Smithsonian, Kevin Gover, veterano en la administración museística y nativo-estadounidense de Oklahoma.
Visitantes delante del cuadro ‘The Rabbit in the Hat’ de Amy Sherald en el Museo Whitney de Nueva York.
American Sublime tiene previsto abrir en la Galería Nacional de Retratos el 19 de septiembre.
“Espero de verdad que salga según lo planeado porque creo que es una muestra muy importante. Y será muy impactante en Washington, especialmente en la Galería”, dice la comisaria del Whitney. “Sé que están haciendo todo lo posible”.