Más de un centenar de personas tuvieron que esperar bajo una carpa de plástico para poder continuar la travesía en Maó. MSC Cruceros asegura que no ha recibido ninguna queja –Manuel afirma que no le dejaron presentar una hoja de reclamaciones– y que el protocolo se activó por motivos de seguridad
La tubería mágica: los vertidos al mar de los cruceros de lujo
El crucero por el Mediterráneo de Manuel García, a bordo del MSC Música, no fue parecido al del anuncio de Shakira. Este alicantino de 66 años denuncia que él, su pareja y otras 153 personas permanecieron durante más de tres horas en el Puerto de Maó (Menorca) bajo una carpa de plástico, “sin asientos, soportando temperaturas superiores a los 30 grados” mientras esperaban que el personal de Puertos de Balears y de MSC Cruceros reparara una pasarela para seguir con su travesía turística.
El navío, de casi 90.000 toneladas, llegó a la isla el pasado 3 de junio y, debido a su gran calado, debió fondear fuera del puerto. “El problema llegó cuando teníamos que regresar al barco. Las embarcaciones auxiliares no eran lo suficientemente seguras debido al fuerte viento que soplaba ese día, por lo que se recurrió a unos barcos amarillos que hacen charters para turistas, momento en el que, al parecer, se rompió uno de los cabos que sostiene la pasarela de uno de ellos y no pudimos volver al crucero”, relata García.
“Después de muchas quejas, nos ofrecieron un poco de agua y toallitas húmedas”, reconoce, pero insiste en que “en ningún momento” les dieron “una explicación de lo que estaba pasando”: “Nos enteramos preguntando a los marineros y a la gente de los charters”. Según su testimonio, fueron 155 las personas retenidas bajo la carpa de lona del Puerto de Maó, entre las que había también una persona en silla de ruedas, cuatro adultos mayores con dependencia y movilidad reducida, dos bebés y siete niños menores. “Como si no bastara con lo que ya habíamos pasado, una vez solucionado el problema del cabo, nos dejaron al sol media hora más esperando para embarcar”, lamenta.
Consultado por elDiario.es, un portavoz de MSC Cruceros ha reconocido el retraso y ha achacado a motivos meteorológicos la demora en el embarque. “Tal y como se comunicó anteriormente, debido a las restricciones de calado del puerto, el MSC Música estuvo fondeado durante su escala programada en Maó. Durante el día, las condiciones meteorológicas adversas obligaron a retrasar el servicio de embarque. Aunque el retraso fue desafortunado, era necesario para garantizar la seguridad de nuestros pasajeros y tripulación”, ha explicado la naviera.
Por su parte, Manuel García insiste en lo contrario. “La suerte estuvo de nuestro lado; de hecho, si no pasó nada grave durante esas tres horas bajo un sol de más de 30 grados, fue un milagro. Yo terminé con una insolación y pasé la tarde entera en reposo”, explica este turista, quien asegura que la mayoría de los pasajeros a bordo del barco superaban ampliamente su edad: “Claramente, no se tuvo ninguna consideración de seguridad ni se evaluaron los riesgos. Nos dejaron ahí sin ninguna previsión”.
Manuel pasó horas retenido bajo el sol y le negaron la posibilidad de reclamar, según su versión.
Dolores S. es sanitaria veterana y compartió con García y otras 153 personas el paseo por Maó la mañana del 3 de junio. “Ni el personal de la Policía Portuaria ni de la naviera del crucero tuvieron consideración alguna sobre si en ese contingente había gente que necesitaba comer, si había hipertensos, diabéticos o alguna otra dolencia. Fue negligente. Quizás es mi formación sanitaria, pero creo que con ese calor y en esas circunstancias la salud es lo primero que hay que observar”, afirma en diálogo con elDiario.es.
Pero el calvario no terminó allí, según asegura García: ni durante el incidente ni a lo largo del mismo, la compañía fue incapaz de brindar información precisa sobre lo que sucedía. “Nunca nos dijeron nada. Nos enteramos por los marineros del catamarán. Lo más indignante es que teníamos un baño a apenas 50 metros, pero no nos permitían usarlo porque, según ellos, una vez pasado el control de seguridad no se podía volver atrás”, relata.
Lo más indignante es que teníamos un baño a apenas 50 metros, pero no nos permitían usarlo porque, según ellos, una vez pasado el control de seguridad no se podía volver atrás
Al día siguiente, Manuel intentó solicitar una hoja de reclamaciones, pero fue rechazado por la tripulación, según su versión: “Me dijeron que ese tipo de formularios sólo son válidos en España y que, como estábamos en aguas internacionales, no aplicaban. Me invitaron a regresar a mi camarote. Me sentí totalmente ignorado. Tras pensarlo con calma, me di cuenta de que lo que vivimos fue una retención ilegal, además de una negligencia que pudo haber terminado en tragedia”. Finalmente, García presentó una queja formal ante Puertos del Estado, que, según ha podido confirmar elDiario.es, ha abierto diligencias para investigar lo sucedido. “La investigación está en proceso y no se puede revelar información de la misma”, han destacado fuentes de la Autoritat Portuaria.
Me dijeron que ese tipo de formularios [la hoja de reclamaciones] sólo son válidos en España y que, como estábamos en aguas internacionales, no aplicaban. Me invitaron a regresar a mi camarote. Me sentí totalmente ignorado. Vivimos una retención ilegal, además de una negligencia que pudo haber terminado en tragedia
Por su parte, desde MSC Cruceros han negado haber recibido queja alguna. “No se recibieron quejas oficiales, se comunicó en su momento a todos los pasajeros afectados y todas las opiniones que nos hicieron llegar fueron debidamente registradas y atendidas en su momento”, insiste el portavoz de la compañía. Fuentes de la compañía reconocen que el canal para que las quejas lleguen a las autoridades de la empresa se realizan siempre por correo electrónico a través de la página web, una tecnología que, en muchos casos, los adultos de más de 65 años no manejan.
Finalmente, Manuel García ha contado a este medio que, tras insistir en su reclamo, un suboficial joven se le acercó, le tomó los hombros y, en tono condescendiente, le ofreció una botella de champán si “se estaba calladito”. “Me indigné. No sé quién creen que son”, explicó el turista. Dolores, por su parte, confirmó haber recibido ofertas similares por parte de la dirección del crucero: “A algunos les ofrecieron masajes, cortes de pelo o excursiones valoradas en no más de 60 euros”. Las fuentes de MSC Cruceros consultadas por elDiario.es han omitido este hecho y no han hecho declaraciones.
Dolores, otra de las pasajeras, asegura que la compañía les ofreció masajes, cortes de pelo o excursiones. Manuel añade que un suboficial le ofreció una botella de champán si ‘se estaba calladito’
Por último, García lamenta que esta mala experiencia empañe el recuerdo idílico que mantenía en su memoria de Menorca. “Estuve destinado en la isla cuando trabajaba como cartero, aquí pasé los mejores años de mi vida, tenía ganas de volver y recorrer un poco y, al final, me voy con este amargo sabor”, ha insistido el afectado.
El entretenimiento “industrializado”
El Música es un crucero construido en astilleros franceses y que recibió una cálida ceremonia inaugural en el Festival Internacional de Cine de Venecia en 2006, festejo apadrinado por la actriz Sofía Loren. Es un barco de gran calado que navega bajo bandera panameña y que tiene capacidad para poco más de 3.000 personas entre pasaje y tripulación. Está actualmente capitaneado por el sorrentino Marco Valerio Colonna y cubre las rutas turísticas del mediterráneo que van entre Corfú, Mykonos, Rodas, Venecia, Palma, Maó, Canarias, Lisboa, Bari y Santorini, entre otras. Cada temporada alta, estas moles de acero atracan en puertos pequeños, descargando centenares —a veces miles— de visitantes por horas, en un esquema de consumo instantáneo: fotos rápidas, visitas exprés, gasto concentrado en pocas manos.
“Lo que más recuerdas no es la belleza del océano ni la amabilidad de la tripulación, sino el tipo de vacío espiritual que sólo puede producir el entretenimiento industrializado”, aseguraba el escritor David Foster Wallace en su célebre crónica ‘Una cosa supuestamente divertida que no volveré a hacer’ (1996). Aunque el texto está por cumplir tres décadas, sigue siendo un el análisis más lúcido e irónico de cuantos se han hecho sobre hacer una travesía en crucero. Lo sucedido en Maó el pasado 3 de junio ratifica que este tipo de “experiencias de ocio perfectas”, como las describe el autor estadounidense, pueden ser, en ocasiones, una maquinaria de consumo sin responsabilidad, donde el entretenimiento es prioritario y el bienestar humano, opcional.