viernes, julio 11 2025

De «la colombiana nueva» a un «volquete de putas»: la complicidad masculina en la política también se sella con prostitución y misoginia

El pacto patriarcal remite a esa manera, no siempre explícita ni reconocida, en la que los hombres aceptan y reproducen valores y códigos de conducta que incluye el silencio o el asentimiento ante el comportamiento de otros hombres o participar de formas tradicionales de confraternización masculina, como la prostitución

Koldo García, a Ábalos: “Tienes a Ariatna que está bien, que está perfecta”

Era 2018 cuando Francisco Granados, el que fuera consejero de Presidencia de la Comunidad de Madrid con Esperanaza Aguirre e imputado en varios casos de corrupción, dijo que ninguna conversación privada aguanta un escrutinio público. No lo decía porque sí, esa era la respuesta que le daba a la periodista Pepa Bueno cuando ella le preguntaba por la expresión “volquete de putas”, que había aparecido en unas grabaciones hechas en la casa de Granados alrededor del llamado ‘caso de los espías’. Esa podría ser también la hipotética respuesta que José Luis Ábalos, exsecretario de Organización del PSOE, diera tras la publicación el pasado viernes de una conversación en la que parecía repartirse mujeres con su mano derecha Koldo García.

Lo que nos permite la filtración de esas conversaciones privadas -la de Granados, la de Ábalos y lo sucedido en muchos otros casos de corrupción a lo largo del tiempo- no es juzgar la vida de esos señores, sino entender algunas cosas: de qué manera se sella la complicidad masculina, también cuando hablamos de política y corrupción, qué papel juega ahí la prostitución, y la resistencia para que los discursos feministas se conviertan en práctica para los hombres que, en principio, los defienden.

Lo primero, que los árboles no nos impidan ver el bosque: bien sea el “volquete de putas” bien sea ese “la que tú quieras” o “la colombiana nueva” que le dice Koldo a Ábalos, las expresiones cosificadoras y de desprecio que aparecen en muchas de estas conversaciones no hablan solo de su idea de las prostitutas, sino de su idea de todas las mujeres. Como dice la autora del libro Crítica de la razón puta (La oveja roja), Paula Sánchez Perera, en la masculinidad patriarcal, el respeto ante la buena mujer –la madre, la hija, la esposa, la novia– “va de suyo”, pero donde realmente se pone a prueba el machismo es frente a la ‘mala mujer’: “Porque si a esa no la respetan es que no repetan a ninguna. El foco ya no es si consumen prostitución o no, sino en educar a los varones en que el respeto hacia las mujeres no depende de lo que consideran su reputacion sexual, que no tenemos una calidad moral que dependa de eso”.

De la misma opinión es Valérie May, trabajadora sexual* y autora de Puta y libre (Almuzara): “Hablamos de misoginia y de un comportamiento hipócrita que, sin embargo, no está alejado de lo que sucede en general en la sociedad, tanto con el trabajo sexual como con la misoginia interiorizada”. May cree que los comportamientos y palabras que ejecutan y expresan estos hombres muestran “una visión poco ética” en general, y en particular con todas las mujeres, también con quienes ejercen la prostitución. “Esto es un reflejo de que nos ven así a todas porque ellos como hombres están en una categoría superior”, resume la activista, que invita a reflexionar sobre cómo el estigma tan extendido hacia las mujeres en estos contextos hace que parezcan “menos, como que seamos de segunda categoría”.

El pacto de caballeros

El caso Mediador, los ERE de Andalucía o la visita a un prostíbulo de Moscú de una delegación del Gobierno balear presidido entones por el popular Jaume Matas son otros casos en los que corrupción y prostitución aparecen entremezcladas. El pacto patriarcal o pacto de caballeros es un concepto que remite a esa manera, no siempre explícita ni reconocida, en la que los hombres aceptan y reproducen determinados valores y códigos de conducta, la forma en que se apoyan e incluso encubren entre ellos. Un pacto de caballeros puede ser el silencio o el asentimiento ante el comportamiento de otros hombres. Y también puede ser participar de formas tradicionales de confraternización masculina, como la prostitución o incluso formar parte de una agresión sexual grupal.

La socióloga Beatriz Ranea explica que “la cosificación o deshumanización de las mujeres” es una manera de generar esa confraternización, esos vínculos entre hombres. “Lo hemos visto a lo largo del tiempo, como para sellar pactos en corruptelas políticas o empresariales se utilizan espacios de prostitución como una guarida homosocial en la que las únicas mujeres que hay ocupan un rol que se espera de ellas”, dice. Ranea cita a la filósofa Celia Amoros, que describía cómo las mujeres se convierten en “mediadoras simbólicas” para los hombres heterosexuales, es decir, cómo instrumentalizan a las mujeres para generar vínculos entre ellos y sellar pactos masculinos.

En la memoria reciente queda cómo una trama de proxenetas servía a diferentes empresarios de Murcia. Unos pedían, otros servían y, para ello, captaban y explotaban, también a menores. Ninguno entró en la cárcel.

La autora Paula Sánchez Perera constata que un burdel es un espacio de socialización patriarcal, pero señala que la prostitución “no se da en el vacío”. “A veces parece que el machismo lo causa la prostitución y no, el machismo es transversal, lo que pasa es que la prostitución lo refleja con mucha fuerza porque no está mistificada, como ocurre con el resto de instituciones patriarcales”, asegura. Instituciones como, por ejemplo, la pareja tradicional o el matrimonio. “En el patriarcado los hombres cuentan con la mujer santa, que les permite reproducir el sistema, y la puta, que funciona de válvula de escape para que el sistema no decaiga”, prosigue.

Algo muy señalado durante los últimos días es que Ábalos y Cerdán formaban parte de un partido, el PSOE, que ha hecho de la igualdad bandera y que, incluso, ha hecho gala de posiciones abolicionistas de la prostitución. Para Paula Sánchez Perera, es muestra de la hipocresía de quienes “impulsan ordenanzas que castigan a las mujeres, que sancionan el acceso a la vivienda de las trabajadoras sociales o que perjudican a su entorno” pero después tienen sexo con ellas y las describen como objetos. “Para este tipo de gente, cuanto más clandestinas estén ellas, mejor, más pueden jugar al juego de darse de dignididad e importancia”, dice, en referencia a las críticas que muchas expertas, activistas y organizaciones hacen a algunas medidas cuyo objetivo es abolir la prostitución y a las que achacan empeorar las condiciones de vida de las mujeres.

Pero más allá de ese debate, lo que nos muestran las expresiones y comportamientos de estos hombres es su imposibilidad de reconocer a las mujeres como iguales. “Más escandoloso cuando se trata de hombres que se inscriben en un espacio político que enarbola la igualdad que discursivamente son capaces de posicionarse ahí”, apunta Beatriz Ranea. El propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, mostró su repulsa por la manera en la que Ábalos y Koldo hablaban de las mujeres. El ministro de Derechos Sociales, Pablo Bustinduy, decía este martes sentir “bochorno” ante esa conversación y defender la organización como manera de conseguir la igualdad.

Pero, ¿la organización de quién? Porque las feministas ya están organizadas. Y lo que aquí vemos es la dificultad de que las ideas y prácticas feministas permeen, sobre todo, entre los sujetos que tienen una evidente dificultad para pasar de sus discursos a la acción, ya no política, sino personal.

*Siempre que una mujer se autodenomine trabadora sexual así lo reflejamos en el texto.