viernes, julio 4 2025

¿Tiene el PSOE una segunda oportunidad para la regeneración?

Es obligatorio constatar que hemos avanzado. Aquellos políticos puteros, de mordidas, mondadientes y halitosis de brandy, han seguido existiendo, pero en la clandestinidad. Ahora han pillado a tres de esa banda

Los terapeutas de pareja plantean una pregunta sencilla cuando el matrimonio naufraga. Si ya pesan los defectos del otro, esa manía de no recoger las gotas de agua de la ducha, esa obsesión por comer el pescado congelado, la pregunta es: ¿qué te atrajo de él (o de ella) cuando os conocisteis? Se activan los recuerdos. Se evoca el pasado. Y reverdece el amor. Porque sigue vivo bajo la rutina, los errores y los desencuentros.

Del mismo modo, si a muchos nos preguntaran qué nos atrajo del proyecto socialista encarnado por Pedro Sánchez en 2015, resultaría fácil resumirlo: la política limpia. Hace diez años, el dolor y la privación económica dejada por la crisis y los recortes del gobierno de Rajoy eran difíciles de soportar. Algo los hacía aún más insufribles: la corrupción. Era el epítome de la política vieja, la que se sirve de los ciudadanos en lugar de servirlos.

Los partidos nuevos decepcionaron con rapidez. Pero obligaron a renovar los partidos clásicos. Tras muchas batallas, Pedro Sánchez en el PSOE logró ilusionar con una forma distinta de hacer política. La resumió en aquella célebre frase: “Soy un político limpio”. Pablo Casado intentó hacer lo mismo, aunque en el PP la ristra de altos cargos imputados y otros adalides de la corrupción fue más fuerte que él.

La vieja política nunca se marchó del PP. Sigue ahí, con Mazón a la cabeza. En el primer gobierno de Pedro Sánchez de 2018, en cambio, las tempranas dimisiones de dos ministros colocaron alto el listón de la exigencia ética. En los últimos días, hemos sabido que la vieja política se organizó secretamente. Es obligatorio constatar que hemos avanzado. Aquellos políticos puteros, de mordidas, mondadientes y halitosis de brandy, han seguido existiendo, pero en la clandestinidad. Ahora han pillado a tres de esa banda.

En primer lugar, la investigación judicial ha de confirmar que se movían, en efecto, de forma clandestina. Si eso está claro, se trata de recuperar el impulso regenerador que sumó a tanta gente en 2018. La limpieza es el sustrato sobre el que sembrar cualquier proyecto de cambio.

Es importante tener claro el objetivo. Algunos piensan en salvar a Pedro Sánchez, otros ven llegado el momento de hundirlo, pero esto no trata de una persona. Tampoco el objetivo es el PSOE. Sus dirigentes no pueden sucumbir a la tentación de anteponer los intereses del partido a los de España.

Abramos bien los ojos, porque en estas semanas nos jugamos la arquitectura de nuestra democracia. Está en cuestión, en un sentido muy profundo, la confianza en el sistema. Desde el año 2015, partidos de todo el arco ideológico han decepcionado a sus votantes respecto a la posibilidad de regenerar la política. Podemos vino a sustituir a la casta y se convirtió en la pyme de un matrimonio. Ciudadanos siempre fue de una sola persona (como antes Upyd), que acabó emborrachado por sus delirios de grandeza. Del PP ya he hablado. Y en cuanto al PSOE, logró eliminar una gran parte de la corrupción existente por la vía rápida de la moción de censura. Muerto el perro se acabó la rabia, pensaron. Pero no. La corrupción es endémica desde el siglo XIX. La moción era el punto de partida, no de llegada. La brújula para continuar está en el programa de regeneración democrática de 2015.

El desprestigio de los partidos y sus elites sólo ha dejado de ser el primer problema para los españoles cuando lo ha desbancado la vivienda. El contexto agrava las cosas. El auge de la ultraderecha global ayuda a ver con nitidez que sólo hay una alternativa a los partidos políticos: el fascismo, en distintas formas.

Tal vez la idea de regeneración democrática parezca lejana. No es que haya pasado de moda, sino que se ha convertido en esperanza frustrada. Puede que ya no suene urgente su música, pero mucha gente quiere confiar en sus líderes políticos. Porque hay países que viven en el futuro y se ven desde aquí: cuando los ciudadanos no confían en nadie votan a locos como Milei para que hagan lo que anuncian, cargarse la democracia. Las decisiones que se tomen estos días contribuirán a decantar el fiel de esa temible balanza.