martes, julio 1 2025

La caótica generación perdida que creó el mito libertario de Ibiza mucho antes que los ‘hippies’

Los ‘beatniks’ llegaron durante la década de los 50 huyendo del capitalismo salvaje emergente en EEUU y del engaño del sueño americano. Su presencia manchaba la imagen de la isla en un momento de posguerra en que era necesario potenciar la zona como destino turístico

Amnesia, la discoteca que montó el filósofo Antonio Escohotado para contribuir a la ‘mafia hippie’

“A los habituales del Domino se les llama a veces los beatniks de Eivissa, pero la etiqueta sólo se aplica a unos pocos. Altamente individualistas y extrovertidos, los peores oyentes del mundo, todos son demasiado atípicos para tener un denominador común, salvo en nimiedades prácticas: todos son pobres”. El retrato sobre los asiduos del bohemio bar del puerto de Vila (Eivissa) lo hacía el escritor londinense Patrick Pringle en su libro Four Fair Isles, donde dejó registradas todas sus impresiones de las cuatro Balears.

Hacía apenas unos años que Clive Clocker (fallecido en 2024), procedente de Bristol, había fundado el antro donde se terminaron reuniendo personajes de todo tipo, casi todos extranjeros. Los clientes habituales del Domino constituían -describe Pringle- una de las “coincidencias humanas más extrañas que se puedan encontrar”. A sus ojos, consistía en un simposio de los excéntricos y egocéntricos más “extravagantes” de Greenwich Village, ST-Germain-des-Près y la taberna londinense de Fitzroy antes de la Segunda Guerra Mundial.

Era el principio de la década de los sesenta y, para entonces, los auténticos miembros de la generación beat, heraldos del movimiento hippie, ya iban dejando paso a los europeos ‘hijos de papá’ que llegaban a la isla buscando libertad, paz, amor y drogas. Un combo que caracterizaría a Eivissa hasta hace poco. Pero, antes, a mediados de los 50, un ecosistema particular ya se había empezado a caldear en la isla: apareció, sobre todo en la ciudad, gente a la que los ibicencos poco estaban acostumbrados. Casi todos, norteamericanos y europeos de buenas familias y con algunas aspiraciones artísticas.

En la pitiusa encontraron rápido el refugio bohemio que buscaban desde su perspectiva dominada por la cultura existencialista. La premisa era desobedecer a los cánones que se empezaban a imponer en Europa y en Estados Unidos. Allí había surgido la cultura bautizada como beat que provocó un vasto movimiento migratorio.

El Domino era el lugar de referencia de la época. Allí se reunían los ‘beats’, era su refugio bohemio desde una perspectiva dominada por la cultura existencialista. ¿Su premisa? Desobedecer a los cánones de EEUU y Europa

De ellos se decía que lo menos extraño era su forma de vestir (con chanclas y bermudas), que les diferenciaba, aún así, de los españoles entre el gentío del Domino, local de referencia de la época junto al Clive’s, también situado al lado del mar y propiedad de Clocker. Pero lo más bizarro eran sus costumbres derivadas del rechazo del ‘sueño americano’ que les había vendido su país, así como del modelo del capitalismo salvaje emergente en el mundo Occidental.


Uno de los reportajes en revistas alternativas estadounidenses que promocionaban la isla con imágenes de chicas desnudas.


Las publicaciones hablaban de la pitiusa como un “pequeño paraíso español” con habitaciones y whisky baratos.

Una imagen perjudicial para Eivissa

En ese momento la isla buscaba potenciarse como destino turístico después del periodo de posguerra, que truncó las aspiraciones de los años 30 (cuando se construyeron los primeros hoteles en la zona de Sant Antoni), y la imagen no le venía nada bien. “Eivissa empezaba a despertar internacionalmente y el retrato del ambiente ‘chungo’ que mostraba la prensa le afectaba”, explica el cineasta ibicenco Enrique Villalonga a elDiario.es.

La atmósfera se achacaba a esa generación de beatniks que, por distintos motivos, había recalado en el lugar. Atraídos, en muchos casos, por la lectura de reportajes sobre Eivissa en revistas estadounidenses de corte alternativo. Los reporteros que la habían visitado la describían como “un pequeño paraíso español donde una habitación cuesta dos dólares al mes y las mujeres son gratis”. ¿Quién no iba a querer venir? Los textos, para más inri, iban acompañados de imágenes de mujeres desnudas fotografiadas en el “paraíso”. Fue entonces cuando nació el concepto de la isla como un destino turístico donde podían entregarse al más puro hedonismo.

Vinieron atraídos por el hedonismo que vendía la prensa estadounidense: ‘[Eivissa] es un pequeño paraíso español donde una habitación cuesta dos dólares al mes y las mujeres son gratis’

El estilo de vida de los nuevos ciudadanos provenía de la inspiración de figuras como Jack Kerouac y Burroughs, con una visión introspectiva y existencial y un rechazo del materialismo y el conformismo imperantes. Todo esto, sin llegar a organizarse políticamente. La rebeldía beatnik era más personal que social o activista, muy distinta a la de la siguiente generación.

Eso les llevaba a no tener ni lo más mínimo para sobrevivir. Por lo menos, en el caso de aquellos que habían recalado en Eivissa (en muchas ocasiones desde Barcelona). Para hacerlo, se prestaban dinero unos a otros de modo que casi todos y casi siempre se encontraban en una situación permanente de crédito y deuda. Y lo mismo ocurría con los escritores cuya principal producción literaria consistía en “escribir a casa para pedir dinero”, ironiza su libro Pringle. Por otro lado, la mayoría estaban convencidos de que en Eivissa se podía hacer fortuna con su arte. Vivían del mismo modo en que, años más tarde, vivió Escohotado, una especie de beat a la española: con talante experimental, sobre todo en referente a las sustancias estupefacientes. El madrileño se mantuvo de sus traducciones literarias hasta la fundación de Amnesia (‘El taller del olvido’), que inesperadamente sólo le condujo a tener pérdidas económicas, como cuenta en ‘Mi Ibiza Privada’.


Un momento durante la grabación de Hallutination Generation en una cala de Eivissa.

Desde Europa también llegaron otra multitud de personalidades -como el falsificador de arte húngaro Elmyr de Hory- a la isla con la intención de refugiarse. “Los turistas europeos que venían en esa época preferían hospedarse en Vila o en Sant Antoni porque en Santa Eulària tenía fama de haber habladurías, de que la gente era muy cotilla y no se podía actuar con libertad”, relata el editor británico Martin Davies a elDiario.es.

Una de las obras que ha editado Davies es ‘El camino de Sant Vicent’, de Leif Borthen. El noruego abandonó en 1932 sus estudios de historia del arte en la Universidad de Oslo para dirigirse a España, donde la mayor parte del tiempo la pasó en Balears. En el libro describe su primera visita prolongada a Eivissa en 1933 y su retorno a la isla en 1960, justo cuando los esfuerzos para crear un territorio atractivo para los turistas volvían a aparecer.

La mayoría de ellos eran pobres y se prestaban dinero los unos a los otros y casi siempre se encontraban en deuda

Una generación de “perdedores”

“Se trataba de una generación de perdedores, con un trasfondo más traumático y de carácter muy individualista”, explica Villalonga. De ese modo de ser se desmarcan los hippies cuando llegan a Eivissa a mediados y finales de los 60 con un activismo político más explícito. Sobre todo, en contra de la intervención de Estados Unidos en la guerra civil de Vietnam y también con protestas en contra del maltrato del medio ambiente. El único punto en común entre ambas generaciones era el elevado consumo de drogas: era la época en la que se empezó a popularizar el LSD descubierto por el químico Alfred Hofmann años antes y en que las sustancias psicodélicas habían cobrado protagonismo.

No se había ni estrenado la década de los setenta cuando los periódicos nacionales ya empezaban hablar del ascenso en España tanto del tráfico como del uso de sustancias. La nueva tendencia, se concluía, se daba la mano con el incremento del turismo en el país. En un artículo del diario ABC se retrataban las consecuencias más crudas de la nueva realidad, en la que se producían las “muertes más absurdas”, así como asesinatos o suicidios cuyos protagonistas eran jóvenes extranjeros víctimas de los efectos alucinógenos.


Un reportaje explica las curiosidades del film que narró la realidad de mediados de los años 50.

“Los policías afectos de las plantillas de Mallorca, de Ibiza, y de los más afamados rincones de nuestro litoral se ven obligados a intervenir en el esclarecimiento de unos hechos que, además de alarmar, indignan […]”, expresaba el artículo. La estampa no es muy diferente a la que se vive hoy, temporada tras temporada, en las zonas de ocio nocturno como Magaluf, Sant Antoni o Platja d’en Bossa.