El Gobierno intenta transmitir confianza en el sistema eléctrico a pesar de lo ocurrido: «Entendemos que esto va a ser un incidente aislado, pero no sabemos cuál ha sido el origen». Las dos partes de la frase pueden sonar un poco contradictorias
De un “agente externo” a un evento “fortuito”: las hipótesis que maneja el Gobierno sobre el apagón
La política no entiende de complejidades. Los políticos huyen de las explicaciones complejas porque temen que los votantes no las entiendan. Algunos de ellos no son capaces de explicar cuestiones complicadas de forma simple. Eso no les convierte necesariamente en idiotas. Tampoco es que los periodistas puedan decir que son expertos en todo. Sólo hay que escuchar algunas tertulias televisivas o radiofónicas. La situación más dramática es cuando surge un tema en que los que saben de verdad son ingenieros y no todos piensan igual. Políticos y periodistas empiezan a sudar para saber qué es lo que tienen que decir.
Todo es más fácil cuando te llega el argumentario o el partido tiene claro cuál es el mensaje por el que hay que apostar. Ahí no necesitas que los ingenieros digan nada. Sacas la ametralladora y empiezas a disparar. El que más acierte en la diana tendrá premio. Lo mismo se puede decir de los periodistas en algunos medios. ¿Hay alguien que tenga claro cómo se puede contar que el Gobierno o la oposición tiene la culpa y no hay nada más que hablar? El que primero levanta la mano se convierte en el mensajero elegido.
El apagón ha provocado una situación ante la que la política tiene todas las cartas para reaccionar mal. Por un lado, es imprescindible conocer las causas del desastre para que no vuelva a ocurrir. Y de ahí es lógico que se exijan las responsabilidades correspondientes. Por otro lado, es un asunto extremadamente complejo en el que es muy difícil saber lo que ocurrió –casi imposible si queremos saberlo en cuestión de unos pocos días– y dónde estuvo el error o cadena de errores que hizo posible el hundimiento del suministro eléctrico en tan sólo cinco segundos.
El Gobierno ha respondido a esta crisis a través de tres comparecencias de Pedro Sánchez, una de ellas con preguntas de periodistas. Fue una decisión arriesgada, porque quiso ser él quien diera las primeras explicaciones cuando no podía saber qué es lo que había fallado. Fue el miércoles cuando se celebró la rueda de prensa después del Consejo de Ministros con la primera comparecencia de la ministra de Transición Ecológica, Sara Aagesen.
Horas antes, Beatriz Corredor, presidenta de Red Eléctrica, había dado dos entrevistas, a la Cadena SER y a un programa de TVE, las primeras desde que se desencadenó la crisis. En una actitud que molestó al Gobierno –es posible que lo dejara atónito–, Corredor no había considerado necesario aparecer ante los medios ni el lunes ni el martes tras la mayor catástrofe energética sufrida en este país desde hace al menos cincuenta años.
Lo más llamativo de la rueda de prensa fue que Aagesen y la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, evitaron dar un respaldo claro y directo a la labor de Corredor, que fue ministra de Vivienda en el Gobierno de Zapatero, y eso que tuvieron varias oportunidades de hacerlo.
La vicepresidenta Aagesen se limitó a decir que el Gobierno está trabajando con Red Eléctrica y las empresas energéticas privadas para analizar las razones del apagón. También elogió la rapidez con que Red Eléctrica consiguió recuperar el suministro en toda España después de un incidente de consecuencias catastróficas. Dijo que la compañía y su presidenta habían hecho ahí un trabajo “extraordinario”. Pero se refería a su reacción después del apagón. No hubo un respaldo directo a su gestión hasta el apagón.
Es probable que el Gobierno tema que al final se descubra que el error inicial que propició el apagón tuviera su origen en Red Eléctrica. Le conviene dejar abiertas sus opciones. La compañía no es pública, porque la SEPI sólo cuenta con el 20% de sus acciones. Tampoco es totalmente privada, como lo son Iberdrola o Endesa, y por eso es algo más que discutible que Sánchez la denominara “operador privado”. El Estado tiene el control de su gestión, ya que el resto de acciones está repartido entre inversores en el mercado internacional. Los gobiernos nombran al máximo responsable de Red Eléctrica. Por eso, los anteriores presidentes fueron Luis Atienza y Jordi Sevilla con gobiernos socialistas y José Folgado con el Gobierno de Rajoy.
La parte más importante del mensaje del Gobierno consistió en intentar transmitir confianza en el sistema eléctrico a pesar de lo ocurrido el lunes. “Entendemos que esto va a ser un incidente aislado, pero no sabemos cuál ha sido el origen”, dijo Aagesen. Las dos partes de la frase pueden sonar un poco contradictorias en la medida en que es difícil garantizar que no se repita algo sin conocer antes las causas. Para esto último, se necesitará más tiempo.
El debate sobre las razones del apagón se ha visto contaminado por otro asunto que es legítimo, y es la discusión sobre el modelo energético de España. Varios medios se han dado mucha prisa en elegir al culpable señalando a las energías renovables que han sido una prioridad para el Gobierno de Sánchez. El porcentaje que aportan las renovables al mix energético ha sido contemplado con admiración fuera de España, pero no está exento de riesgos.
Eso no debería provocar ninguna alarma. Siempre han existido esos riesgos. La industria de los combustibles fósiles (carbón, petróleo o gas) ha sido esencial para el progreso en el mundo occidental desde el siglo XX y al mismo tiempo ha provocado infinidad de consecuencias negativas. Crisis económicas globales por el aumento de su precio desde 1973. Guerras en Oriente Medio influidas de forma decisiva por el control del petróleo. Daños medioambientales inmensos y un altísimo número de muertes por sus efectos en la salud.
La decisión del Gobierno de poner fin a las centrales nucleares de forma progresiva a partir de 2027 ha desencadenado un debate ideológico inevitable que ha ocurrido en otros países desde que Angela Merkel tomó en Alemania esa medida después del accidente de la central de Fukushima. No fue un paso que careciera de efectos medioambientales negativos. En ese momento, Merkel también adoptó la decisión de aumentar las explotaciones de carbón con las inevitables consecuencias perniciosas en la lucha contra el cambio climático.
Construcción de la central nuclear francesa de Flamanville en 2009.
Otros países, como Francia y Reino Unido, han seguido apostando por la energía nuclear. Sus problemas han sido otros. Francia conectó su reactor Flamanville 3 a su red eléctrica en diciembre de 2024, la primera vez que aumentaba su capacidad nuclear con una nueva central en 25 años. Con un nuevo diseño que estaba llamado a ser el modelo de central nuclear del futuro, Flamanville 3 entró en funcionamiento doce años después del plan original y con un coste total de 13.000 millones de euros, cuatro veces superior al presupuesto original.
Las nuevas centrales previstas en Reino Unido están afrontando retrasos y sobrecostes similares. La construcción del reactor de Hinkley Point iba a finalizar en 2027, pero no concluirá hasta finales de la década o más probablemente hasta 2031. Cuando se planteó el proyecto en 2016, el coste se situó en 18.000 millones de libras. Ahora está en 47.000 millones (55.000 millones de euros). Los gobiernos que siguen invirtiendo en energía nuclear tienen la molesta costumbre de no estar en condiciones de cumplir sus promesas en cuanto al coste y el tiempo de construcción de las centrales.
En España, el parón nuclear cuenta con la oposición del PP, que no ha tardado en relacionarlo con el apagón del lunes. Un editorial de El Mundo del miércoles exigió al Gobierno que responda por “los efectos de un modelo energético en el que el Ejecutivo ha antepuesto el sectarismo ideológico al interés general”. Curiosamente, estos medios nunca aceptan que la apuesta nuclear tenga que ver con la ideología y ni mucho menos pueda tacharse de “sectarismo ideológico”.
Lo que sí es cierto es que la apuesta por las renovables introduce otros elementos de riesgo cuya gestión es responsabilidad de Red Eléctrica. Una de sus funciones es equilibrar la demanda de electricidad con la oferta. Un exceso de oferta, de producción eléctrica, puede ser negativo. En el peor de los casos, puede hacer caer el sistema. Ante un exceso de producción fotovoltaica, lo que hace la compañía, por ejemplo, es parar una parte del parque solar con el fin de equilibrar el sistema. En ese juego de utilizar una u otra fuente, algunas son más manejables que otras y pueden cometerse errores.
Corredor descartó por completo que el origen del problema estuviera en las renovables. “El mix renovable es seguro”, dijo en la Cadena SER. “Relacionar el incidente tan grave del lunes con una penetración de renovables no es verdad. No es correcto”. Red Eléctrica ya ha informado que hubo una pérdida de generación fotovoltaica en el suroeste de la península que terminó arrastrando a todo el sistema. Pero el motivo de esa súbita desconexión aún se desconoce.
En la rueda de prensa, Sara Aagesen destacó que el mix energético no ofrecía antes del apagón un panorama muy distinto al normal. En plena primavera, no hubo un aumento repentino de la demanda a causa de temperaturas muy bajas o muy altas. La energía solar estaba aportando el 54% del suministro de energía y la eólica, el 10%. Son porcentajes que entran dentro de lo habitual en un país como España. Las renovables han llegado a cubrir el 100% de la demanda en momentos puntuales sin que todo el sistema se haya venido abajo.
Complejidad. Intereses económicos contrapuestos. Una investigación que sólo acaba de comenzar. No confíen en soluciones rápidas ni acertadas de políticos y periodistas. Habrá que esperar a ver qué dicen los ingenieros.