domingo, abril 27 2025

Si tú también quedas para ‘arreglar el mundo’ con tus amigas, estás un paso más cerca de la filosofía

En el acto mismo de pensar juntas, de desafiar lo establecido y de abrir nuevos caminos, hay un ejercicio de reflexión que se acerca más a la filosofía de lo que solemos imaginar

“Quedamos solo para ponernos al día”: ¿qué hacemos con las amistades que se debilitan con los años?

Desde una charla al salir de clase o del trabajo hasta unos audios de WhatsApp, cualquier conversación entre amigas puede pasar de lo más trivial a lo más profundo en cuestión de segundos, como si no hubiera barreras entre la risa y la reflexión. Un comentario fugaz sobre una serie puede derivar en un debate sobre el amor, una queja sobre el trabajo en una crítica al sistema o una anécdota cotidiana en una pregunta existencial. 

Estas escenas se repiten en casas, cafés y bares desde hace siglos; encuentros que parecen cotidianos, pero que pueden esconder algo más profundo. En estos diálogos espontáneos, protegidos por la calidez de la amistad, hay menos temor al juicio y más libertad para explorar ideas. Las palabras fluyen sin pretensiones, pero con la intensidad de quienes, juntas, buscan la clave para ‘arreglar el mundo’. 

No importa si las respuestas nunca son definitivas o si al día siguiente las ideas se diluyen entre nuevas conversaciones. En el acto mismo de pensar juntas, de desafiar lo establecido y de abrir nuevos caminos, hay un ejercicio de reflexión que se acerca más a la filosofía de lo que solemos imaginar. Estas charlas, aparentemente informales, contienen preguntas que han atravesado siglos y que siguen faltas de respuesta.

Pensar juntas para entender el mundo

La filosofía occidental, tal y como nació en la Grecia clásica hace más de 2.500 años, se fundamentaba precisamente en el diálogo compartido. Lejos de ser un acto individual, la filosofía se desarrollaba en comunidad, en los espacios públicos. Eduardo Infante, filósofo y escritor, explica en su último ensayo Ética en la calle (Ariel) cómo la filosofía no es un monólogo solitario, sino un diálogo cooperativo y, en este sentido, se parece más a un juego de equipo, como el baloncesto, que a una práctica individual. Es por ello por lo que Infante cree que en una conversación arreglando el mundo entre amigas “hacemos algo muy parecido a lo que era la filosofía” de la antigua Grecia.

Puede que no podamos decir que estas conversaciones son filosofía como tal, pero sí cultivan la actitud filosófica

Fátima Álvarez
Filósofa

Sentarse con amigas a reflexionar y debatir puede convertirse en algo más que un simple pasatiempo. Para la filósofa Fátima Álvarez, esta práctica cultiva la actitud filosófica, aunque no siempre se realice con el rigor académico de la disciplina. “Hacerse preguntas sobre la realidad y compartirlas con otras personas ya indica muy buenas maneras. Es la actitud adecuada: interesarse por la cotidianidad, sorprenderse ante lo que ocurre y tratar de buscar soluciones”, explica. “Puede que no podamos decir que estas conversaciones son filosofía como tal, pero sí cultivan la actitud filosófica”.

Si esta disciplina es, en esencia, cuestionar el mundo en lugar de aceptarlo tal como se presenta, entonces esas conversaciones podrían contener componentes filosóficos. “Filosofar significa que no te lo tragas todo tal cual te lo dicen, que no eres una persona pasiva que asume lo que está de moda, lo que sale en la prensa o lo que dicen los demás. Pones a funcionar la cabeza”, señala Álvarez. Pensar de forma activa y autónoma es el primer paso para acercarse a la filosofía, y hacerlo en compañía lo enriquece aún más. 

“Cuando hablo con mis amigas sobre temas en los que no tengo mucha formación, siento que aprendo y crezco como persona”, explica Belén, una joven de Canarias que tiene claro que estos debates la “nutren”. Para ella, estar alejada de personas con las que poder intercambiar ideas y mantener conversaciones profundas hace que se sienta “estancada”. Por su parte, Marcos, de 25 años, asegura que incluso las películas que ven él o su círculo son una excusa más para debatir sobre temas éticos, políticos o sociales.

Pero, ¿son todas las conversaciones entre amigos susceptibles de ser filosóficas? Por supuesto que no. Para que podamos ver estas reflexiones como una práctica que nos acerca a la filosofía, María José Guerra Palmero, catedrática de Filosofía Moral de la Universidad de La Laguna, considera que estos diálogos deben “enfrentar la tarea de la vida examinada, del análisis de los hechos desde una perspectiva crítica” y, sobre todo, “confrontar ideales normativos como la justicia, el cuidado, la felicidad o la democracia”. En definitiva, “si hay disposición a la reflexión y al juicio crítico”, el pensamiento filosófico se puede abrir camino en cualquier espacio. 

Si hay disposición a la reflexión y al juicio crítico’, el pensamiento filosófico se puede abrir camino en cualquier espacio

Sin embargo, no todas las amistades cultivan este tipo de conversaciones. Belén, por ejemplo, confiesa que durante mucho tiempo asumió que la reflexión formaba parte natural de cualquier grupo de amigos, hasta que descubrió que no siempre es así. Confiesa con decepción que ha conocido a personas que “no hablan absolutamente de nada que no sea el gimnasio”.

Reconocer que las conversaciones que tenemos con nuestros amigos un domingo por la tarde pueden acercarnos a la filosofía no debe llevarnos a trivializar o reducir la complejidad de esta disciplina. Aunque el diálogo cotidiano pueda ser un vehículo para la reflexión profunda, la filosofía sigue siendo un campo que requiere rigor y es mucho más que una conversación. 

Filosofar, en muchos contextos, ha implicado diálogos informales, no necesariamente reglados o controlados por la academia. Sin embargo, filósofas como Angélica Velasco Sesma advierten del riesgo de considerar que “todo” es hacer filosofía. Esta profesora titular de Filosofía Moral de la Universidad de Valladolid y miembro de la Cátedra de Estudios de Género de la misma, encuentra conflictiva esta relación entre las conversaciones con amigas y la filosofía: “Hablar con amigas es esencial y la base de nuestra felicidad, pero en estos términos sería como plantear que las conversaciones que tienes con tu círculo cuando estás mal pueden considerarse terapia; como si no necesitáramos tener conocimientos teóricos previos”. María José Guerra Palmero coincide con esta visión, señalando que el diálogo filosófico requiere de unos marcos teóricos que proporciona la filosofía.

El diálogo y la filosofía como antídoto 

En un momento en el que las estructuras económicas y tecnológicas “atentan contra el vínculo social”, Guerra Palmero considera que cada vez estamos “más aislados, más sedados y más desactivados e impotentes”, lo que nos hace mucho más “manipulables en un entorno de desinformación, negacionismo y posverdad”.

En este contexto, el pensamiento crítico, la capacidad de análisis y la habilidad de cuestionar nuestras propias ideas en entornos diversos son clave para prevenir el auge de posturas “extremistas y totalitarias”. A pesar de que estas conversaciones con amigos no constituyen una forma de participación política en sentido estricto (como votar o manifestarse), sí pueden actuar como precursores o catalizadores de actitudes y comportamientos políticos.

Así lo explica Carol Galais Gonzalez, profesora titular de Ciencia Política e investigadora ICREA en la Universitat Autònoma de Barcelona, quien ve cómo a partir de estas interacciones cotidianas muchos jóvenes empiezan a interesarse por los asuntos públicos, a contrastar opiniones o a reforzar o matizar sus puntos de vista y, en algunos casos, a forjarse una identidad política. “Hablar sobre ‘cómo va el mundo’ con nuestros iguales puede preparar a los individuos para situaciones futuras en las que tendrán que argumentar, sopesar argumentos ajenos y construir opiniones (…) También supone acostumbrarse a exponerse a puntos de vista ajenos o contrarios al propio, y la aceptación de esta disonancia también es precursora de la tolerancia política”, añade. 

Este enfrentamiento a posiciones contrarias puede ser una oportunidad para cuestionar nuestro propio pensamiento, y cuando ese cuestionamiento viene de una amiga, suele ser más fácil de aceptar. Elvira, una joven de 25 años que a menudo disfruta de estas conversaciones con su madre, cree que es clave la escucha activa en este ‘arreglar el mundo’. “A veces parece que hasta te sorprendes cuando descubres que una amiga tiene una opinión distinta de la tuya, y creo que es un ejemplo de lo centrados que estamos, y cómo asumimos que todo el mundo piensa igual, porque nos parece la única (o la mejor) manera de ver el mundo”. Eduardo Infante propone en este sentido acercarnos un poco más al proceder de la comunidad científica, donde “cuando alguien te desvela que estás equivocado, te hace un gran favor”, porque a pesar de que se descubra un error en tu trabajo, reconocerlo “te acerca a la verdad”. 

A veces parece que hasta te sorprendes cuando descubres que una amiga tiene una opinión distinta de la tuya, y creo que es un ejemplo de lo centrados que estamos, y cómo asumimos que todo el mundo piensa igual, porque nos parece la única (o la mejor) manera de ver el mundo

Para la Dra. Susana Laguna, psicóloga, criminóloga y profesora de Psicología de la comunicación de la Universidad a Distancia de Madrid, nos enfrentamos a un momento histórico caracterizado por la “sobreinformación que requiere de un buen filtro que depure las ideas y sea capaz de separar la información relevante de la irrelevante o falsa; un filtro claro en su propósito”, ese filtro es el “pensamiento crítico”. Y son este tipo de espacios —en los que se intercambian ideas y posibilitan escuchar diferentes puntos de vista e invitan a reflexionar— los que “amplían nuestro foco, permitiendo apreciar otras perspectivas y observar la realidad de manera más abierta y flexible”, reforzando al mismo tiempo la tolerancia y el respeto por la diversidad de opiniones. La filósofa Fátima Álvarez, que también forma parte del proyecto sobre ética e inteligencia artificial IA+Igual, está de acuerdo en que el ejercicio de pensar con amigas tiene un gran potencial, pues implica ser una persona activa, “poner la cabeza a funcionar para que el mundo no piense por nosotras”, además de que trabajamos el “pensamiento crítico, que es el esqueleto de la filosofía”.

La charla con amigas, un “respiro emocional” 

En tiempos de incertidumbre, hablar con amigas se convierte en una forma de buscar sentido y respuestas. Tener un círculo con el que podamos entablar una conversación abierta y reflexionar sobre aspectos de nuestra vida es siempre positivo. Se trata de una actividad que, como explica la psicóloga y criminóloga Susana Laguna, “compartimos con personas significativas en nuestra vida y que son reforzantes en sí mismas, independientemente de los resultados obtenidos”. A pesar de que sabemos que estas conversaciones con nuestro círculo son principalmente un desahogo (y que pueden quedarse en eso), “son satisfactorias en sí mismas”. Añade: “Lo cierto es que pueden suponer un respiro emocional y ayudarnos a liberar la tensión acumulada por la rutina y la complejidad de la vida cotidiana. Pensar en posibles soluciones, aunque queden en un plano meramente discursivo, puede darnos la sensación de tener algo de control, de vivir conforme a nuestros ideales y de mantener la esperanza ante un mundo a menudo incierto y desesperanzador”. 


«Arreglar el mundo’ con amigas nos proporcionan nuevas herramientas para interpretar lo que sucede a nuestro alrededor y nos hacen sentir acompañadas en nuestras inquietudes y luchas».

Alba, una profesora que a menudo trata de ‘arreglar el mundo’ con sus amigas, tiene claro que estas conversaciones son imprescindibles en su vida y la de su círculo: “Nos proporcionan nuevas herramientas para interpretar lo que sucede a nuestro alrededor y nos hacen sentir acompañadas en nuestras inquietudes y luchas. A veces, escuchar cómo una amiga ha afrontado un problema nos da pistas sobre cómo podríamos hacerlo nosotras. Otras veces, simplemente compartir el malestar o la indignación por ciertas injusticias ayuda a canalizar emociones y a encontrar formas más constructivas de actuar en el mundo”. 

En definitiva, las conversaciones que animan a la reflexión y al debate se vuelven cruciales en nuestro contexto. Aunque cuando ‘arreglamos el mundo’ con amigos no sepamos si realmente cambiaremos algo, el simple acto de dialogar ya genera un impacto. La escritora e investigadora Sara Torres aseguraba en una entrevista con Cosmopolitan con motivo del 8M cómo “la ilusión de un mañana más deseable o más alegre ya actúa cambios en el día de hoy”. Por su parte, Infante está seguro de que estas charlas “sí sirven”, pues el intercambio de ideas y la escucha nos ayudan a “encontrar nuestro sentido” y, en el fondo, reflejan una actitud de reconocimiento al otro: aceptar su otredad y su derecho a ser diferente. 

Cuando dialogamos con amigas, nos interesa saber cómo ven ellas la realidad. Las escuchamos con respeto, dejamos espacio para que hablen y no buscamos ‘ganar’ la conversación, sino comprender su punto de vista. Este ánimo de ‘comprender’ juntas es un ejercicio fundamental que nos entrena para el diálogo en sociedad, y puede que también para adentrarnos en la filosofía.