Es la primera vez en un siglo que un sumo pontífice elige ser enterrado fuera del Vaticano: desde el siglo XVII, los reyes de España ostentan cargos honoríficos del templo que Bergoglio ha escogido como sepultura y Juan Carlos I fue el último en aceptar el nombramiento en 1977
El funeral del papa Francisco reivindica a los pobres ante los poderosos
Galería – Las fotos del funeral del papa Francisco
Francisco, fallecido el pasado 21 de abril, se ha convertido en el primer Papa en un siglo que no ha sido enterrado en las grutas de San Pedro. Su féretro ha viajado este sábado desde el Vaticano hasta la basílica de Santa María la Mayor, ya en Roma. Concretamente en el monte Esquilino, una de sus célebres siete colinas. La más alta, con 64 metros de altitud.
Desde que el papa León XIII, muerto en 1903, fuera trasladado a la basílica de San Juan de Letrán en 1924, todos los sumos pontífices han terminado sepultados en el Vaticano. Se calcula que solo un tercio de los papas están allí.
En palabras de Francisco: “Como siempre le prometí a la Virgen, y ya está preparado el lugar, quiero ser enterrado en Santa María la Mayor, porque es mi gran devoción. De antes, ya cuando venía, siempre iba allá los domingos a la mañana, que estaba en Roma, me iba un rato allí. Hay una ligación muy grande”.
Al recibir sepultura más allá de la raya vaticana, Francisco da así continuidad a una línea comenzada por Clemente I, en torno al año 100. Muchos de los papas enterrados extra Vaticano, sobre todo a partir del siglo III, terminaron en las catacumbas bajo la vía Apia o la Salaria –pasado el tiempo hubo traslados de huesos desde esas fosas subterráneas a diversos templos–.
Antes que Bergoglio, otros sumos pontífices ya eligieron esta basílica para el descanso final. Allí fueron enterrados Honorio III, Nicolás IV, san Pío V, Sixto V, Clemente VIII, Pablo V y Clemente IX. Además, comparten espacio con la tumba del escultor Bernini y Paulina Bonaparte, hermana de Napoleón.
En esa iglesia, una de las cuatro basílicas mayores del catolicismo, está la imagen salus populi romani (protectora del pueblo romano), un icono bizantino de la virgen María con el niño –un theotokos– de gran predicamento entre los católicos que llegó a la ciudad italiana en el año 590. El cuadro preside la capilla Borghese, también llamada capilla Paulina, en honor al papa Pablo III, quien encargó su construcción.
La capilla Borghese o Capilla Paulina en la que se encuentra el cuadro de la virgen Salus populi romani.
Para adornar el origen de la imagen a la que Francisco declaró su fervor, la leyenda católica no se quedó corta: según el relato, el icono fue pintado por san Lucas sobre la madera de un pedazo de la mesa de la última cena (la reunión de Jesús con sus apóstoles antes de ser prendido). O, si no, sobre un trozo de una mesa construida por el mismo Jesús en sus días de aprendiz de carpintero que María conservó.
Una basílica con tintes hispanos
Construida sobre un templo de la diosa Cibeles, Santa María la Mayor es de las pocas iglesias que conserva la planta de basílica paleocristinana. Además, este templo tiene una relación concreta con la monarquía española.
En 1647, Felipe IV se convirtió en uno de los mayores benefactores de este templo, es decir, pagaba dinero a cambio de que la monarquía hispana disfrutara de ciertos honores. Entre esos privilegios se incluyó el de tener cargos honoríficos. “Por antiguo privilegio, Su Majestad el Rey de España es proto canónico honorario del Cabildo Liberiano”, reza la página web de la basílica. De hecho, Bernini realizó una escultura de Felipe IV que se incorporó al patrimonio que contiene el edificio y que se encuentra situada a la derecha del pórtico de entrada.
Este vínculo se ha mantenido hasta la actualidad. Primero, en 1953, Pío XII firmó el documento Hispaniarum fidelitas incrustado en el Concordato ratificado entre el Vaticano y la España franquista en el que se establece que Santa María la Mayor realice tres celebraciones anuales por España y, además, señala que habrá siempre un canónigo de nacionalidad española –además del honorario–: “En consideración de los vínculos de piedad y devoción que han unido a la Nación española con la Patriarcal Basílica de Santa María la Mayor, la Santa Sede confirma los tradicionales privilegios honoríficos y las otras disposiciones en favor de España”.
Ya muerto el dictador, el 2 de octubre de 1977, Juan Carlos I tomó posesión del nombramiento honorífico: “Asumo hoy la dignidad de proto canónigo de esta Santa Basílica Liberiana, que como Rey de España me corresponde”, dijo. Y en 2018 realizó el discurso de inauguración de la nueva iluminación del templo –llevada a cabo por Endesa–.
Los reyes eméritos inauguran la nueva iluminación de la basílica en enero de 2018.
Otro detalle español de esta basílica es que fue la iglesia que Ignacio de Loyola eligió para celebrar su primera misa como sacerdote en 1538. Después, De Loyola fundaría la Compañía de Jesús, la orden a la que –400 años después– se incorporó el sacerdote Jorge Mario Bergoglio que terminó siendo Francisco, el primer Papa jesuita.