sábado, abril 19 2025

La promesa de la industria cárnica de frenar la tala de la Amazonía tiene truco: así se blanquea el origen del ganado

Una investigación de Greenpeace, ‘The Guardian’ y ‘Reporter-Brasil’ a la que ha accedido elDiario.es revela que el sistema de la empresa proveedora de carne de McDonalds para frenar la destrucción de bosque está lleno de agujeros y que se blanquean partidas de ganado criados en zonas deforestadas ilegalmente.

Arde un árbol en la Amazonía para que coma un cerdo de macrogranja en España

El volumen de carne que sale desde Brasil al mercado mundial hace que, actualmente, sea casi imposible un sistema de producción que no deforeste la Amazonía. Una investigación de campo llevada a cabo por Greenpeace-Unearthed junto a The Guardian y Reporter Brasil –a la que ha tenido acceso elDiario.es– muestra que JBS, la mayor compañía cárnica del mundo, será incapaz de cumplir con su compromiso de eliminar este año la destrucción ilegal de bosque que implica su cadena de suministro. Un compromiso anunciado en 2021, ampliado en 2022 y repetido en 2023.

JBS es un gigante mundial de la carne que ingresa unos 73.000 millones de dólares al año y suministra a empresas como McDonald’s, Tesco o Walmart. La compañía, que comenzó como una carnicería en Brasil, tiene ahora la capacidad para sacrificar 14.000 vacas, 14 millones de pollos y 142.000 cerdos cada día. Esas cifras exigen una cría ingente de animales –y abrir grandísimos espacios para ello, de ahí surge parte del problema de la deforestación: aclarar bosque para hacer sitio al ganado–.

Durante tres viajes a la Amazonía de los estados brasileños de Pará y Rondonia, 29 productores locales han descrito que el sistema de JBS para frenar la destrucción de bosque está lleno de agujeros y que se blanquean partidas de ganado criados en zonas deforestadas ilegalmente.

Con todo, los líderes de los sectores económicos implicados advierten de que construir de verdad un sistema que evite la desaparición de bosque al acabar 2025–como afirmó JBS que haría– arruinaría a la mayoría de los pequeños granjeros que engloba la industria cárnica.

Un portavoz de JBS ha contestado a las preguntas de esta investigación que “la compañía está en desacuerdo con esta descripción” y añade que “sacar inferencias y conclusiones a partir de un número limitado de 30 granjeros, teniendo en cuenta que JBS dispone de más de 40.000 proveedores registrados, es totalmente irresponsable”.

El fiscal federal que vigila los progresos sobre deforestación de la industria cárnica en el estado de Pará, Ricardo Negrini, explica que “la evolución de JBS ha sido lenta, lo que no se corresponde con el tamaño de la compañía. JBS debería tener los mejores sistemas, los mejores controles y las mejores prácticas, pero no los tiene”.

Un compromiso repetido e incumplido

Las primeras promesas de los grandes procesadores de carne de Brasil, entre los que está JBS, llegaron en 2009 con el llamado Acuerdo del G4. El compromiso era detener el suministro directo de reses relacionadas con deforestación de manera inmediata y hacer lo mismo con los suministradores indirectos en 2011.

El acuerdo redujo la destrucción en la cadena directa de suministro, pero se perdió de vista la red de proveedores indirectos. Ahí está la debilidad del sistema. JBS no pudo cumplir con ese compromiso en 2011, pero reinstauró la promesa en 2020 introduciendo una aplicación para registrar la documentación necesaria en los traspasos de ganado.

Paulo Barreto, investigador del Imazon –el organismo encargado de monitorizar la deforestación de la Amazonía– explica que JBS podría haber detenido mucha destrucción “dejando de comprar reses en las zonas de riesgo y cerrando algunas plantas en esas regiones”.

Cuando JBS hizo sus promesas sobre deforestación tenía 14 mataderos en la Amazonía. Ahora tiene operativos 20. Las observaciones por satélite de la ONG AidEnvironment han identificado, al menos, 324.000 hectáreas deforestadas en la Amazonía asociadas a diversos mataderos de la cadena de producción de JBS desde aquel año 2009.


Un mural pintado en Sao Paulo con cenizas de incendios pide frenar la tala en la Amazonía

El etiquetado de orejas

En el estado de Pará, JBS está incorporado a un programa estatal para conseguir antes de fin de este año marcar individualmente en la oreja todas las reses desde su nacimiento de manera que se asegure que no provienen de zonas deforestadas. La empresa dice que ha donado tres millones de etiquetas y que “la solución definitiva solo llegará si se instala un sistema nacional obligatorio de etiquetado”.

Sin embargo, el director del sindicato rural Redenção, José Maria Goldschmidt, afirma que JBS “tiene la voluntad, como nosotros tenemos la voluntad”, pero, al mismo tiempo, agrega que si la empresa –a partir de enero de 2026– deja de comprar reses que no tengan esa etiqueta de trazabilidad, no conseguirán el suministro que demandan: “Dicen que lo van a implementar. Yo digo: es imposible”.

JBS afirma que sí ha conseguido eliminar por completo la deforestación entre sus proveedores directos –aunque en los últimos meses se han publicado casos en los que hubo compras a explotaciones que habían sido penalizadas por ese motivo–. La empresa exige a cada suministrador directo que le proporcione los datos de explotación de manera que pueda utilizar satélites para buscar (y en su caso detectar) trazas de deforestación sobre el terreno y cruzar la granja con las bases de datos sobre infracciones.

La cuestión de los proveedores indirectos (a los que la empresa no compra de primera mano) es otro cantar. La cadena de la carne en Brasil es tradicionalmente intrincada: el ganado va pasando por diversas explotaciones desde que nace hasta que termina en el matadero. Las granjas de cría y engorde suelen ser de menor tamaño y más propensas a estar ligadas a prácticas deforestadoras, como especificaba esta investigación de las universidades de Quebec y Winsconsin-Madison.

En un reciente informe, el Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonia (Imazon) sobre este asunto dice que “todavía está pendiente el reto de controlar las granjas indirectas donde el ganado pasa la mayoría de su vida. Ninguna compañía ha probado que complete la trazabilidad de esas explotaciones”. Paulo Barreto apostilla que “esa vigilancia es difícil, pero realizable, especialmente si se tienen en cuenta todo el tiempo que ha transcurrido desde que hicieron sus primeras promesas sobre deforestación”

Bruno (nombre ficticio para proteger su seguridad) es un granjero en Anapu Pará que opina que JBS “es más estricta” que otras compañías. “No puedo comprar ganado si viene de zonas sucias para vendérselo aunque sea a través de mi compañía”, afirma el ranchero. Sin embargo, otros proveedores han descrito para este reportaje los modos de sortear los controles.


Imagen de archivo de una tala de árboles en la Amazonía

JBS exige a sus proveedores directos los registros de los proveedores que les sirven a ellos al final del año. Goldschmidt, director del sindicato rural de Redencao, explica que eso es “humanamente imposible. No va a funcionar”. Y detalla cómo se sortea ese sistema de control: “Yo compro a 20 o 30 ganaderos distintos, escojo a dos o tres y digo que solo les compro a ellos. Cuando JBS va a inspeccionarlos solo ve a esos dos o tres”. El ganadero admite que no tiene mucho en cuenta la deforestación al operar: “Miro el ganado, me gusta, el precio es bueno. Compro y me voy”, dice.

César (nombre ficticio también) está seguro de que “el 60% o el 70% de los ganaderos aquí tienen infracciones” así que es poco realista conseguir una cadena de producción limpia. Él compra “de 15 o 20 productores diferentes cada mes” para su explotación de 6.000 cabezas de ganado al año en São Miguel do Guaporé (Rondônia). “Alguno va a presentar problemas”.

Escaparate de carne sostenible

Muchos rancheros predijeron que los precios premium que JBS aplica a su ternera “libre de deforestación” no iba a beneficiar a los productores. “La industria recibe un producto con trazabilidad que tiene una gran importancia en términos comerciales en el mercado internacional, pero los productores locales no estamos recibiendo ni un céntimo extra”, se queja la presidenta la comisión de mujeres agricultoras de la patronal ganadera CNA, Cristina Malcher.

Y añade: “JBS quiere el mercado internacional así que viene aquí y nos llena con un montón de reglas para producir el producto que quiere comercializar, pero no nos paga. JBS es un cáncer para la producción rural de Brasil”.

Muchos de estos productores ven las promesas de la empresa de acabar con la deforestación como un escaparate. “Es como comprar en un centro comercial”, dice Eduardo –también nombre ficticio– uno de los ganaderos más grandes de Rondonia. “No ves basura, es una carcasa muy bonita, pero por detrás hay mucho que arreglar”.

Lavandería de ganado sucio

En el corazón ranchero del sur de Pará, muy poco bosque queda en pie. Los pastizales ganaderos se estiran hasta el horizonte solo interrumpidos por algún ejemplar solitario de Ipé –un árbol que una vez fue abundante con flores de color amarillo o púrpura brillante– donde las reses encuentran sombra. Los caminos pavimentados soportan un constante flujo de camiones ganaderos transitando desde las granjas a los mataderos.


Un anuncio ofreciendo servicios para levantar embargos sobre explotaciones sancionadas.

Los rancheros de este estado –con la segunda mayor cabaña ganadera de Brasil y la mayor tasa de deforestación– y los de Rondonia, una nueva frontera de destrucción forestal, describen cómo se blanquea el ganado para rodear los sistemas de monitorización de JBS.

Eduardo cuenta cómo los granjeros usan lo que llaman “jeitinhos” para saltarse las restricciones ambientales. Aquellos granjeros cuyas tierras han sido marcadas por infracciones alquilan una parcela limpia vecina para poder aportar la documentación necesaria a la hora de vender sus reses. “Se hace así en todo Brasil”, añade. “Muchas veces los mataderos lo saben pero miran para otro lado. Así son las reglas del juego”.

“Todo el mundo lo hace”, admite José de Carvalho Sobrinho, presidente del sindicato de productores rurales de Pimenta Bueno (Rondonia). “La gente traspasa su ganado de una granja a otra y para cuando llegan a la envasadora todo ha sido legalizado”.

¿Colapso de la industria?

En Rondonia, el sector ganadero está compuesto mayoritariamente por pequeños propietarios con algunos cientos de cabezas. En este contexto, los productores ven irrealizable que JBS mantenga la escala de sus operaciones y cumpla al mismo tiempo sus compromisos para excluir las granjas que hayan deforestado después de 2008 ya que cada eslabón de la cadena tiene sus maneras de “sortear los obstáculos”, dice el productor Eduardo. Conseguir esos objetivos “obligarán a utilizar un montón de jeitinhos”, advierte.

El director del sindicato rural Marabá en Pará, Jimmy Simpson, reflexiona que los pequeños productores carecen del tiempo, la documentación y las habilidades digitales paragarantizar la trazabilidad: “¿Habrá gente que regularice su situación? Sí, pero la inmensa mayoría no”.

El ganadero Cesar se pregunta cómo JBS va a obtener las reses que necesita: “La mayoría del ganado que llega [al matadero de Sao Miguel] ha pasado en algún momento por una granja que tiene limitaciones ambientales o algún problema en algún momento de su trayectoria”.

Así las cosas, algunos productores en los estados temen que si la gran corporación no consigue el material necesario, cierre sus plantas en la Amazonía. Mauro Lúcio –conocido defensor del ganado sin deforestación– afirma que si JBS no consigue la producción “cerrará sus operaciones aquí. No tiene ningún problema, pero para los productores de, por ejemplo, Pará, eso es un gran problema”.

Alex Guaitolini, presidente de la Unión de Productores Cacoal en Rondonia remacha que “afectaría no solo al campo sino también a las ciudades de la región que dependen de esta industria. Todo está interconectado”.

El fiscal Negrini contrapone que argumentar que detener la deforestación va a colapsar el sector se acerca al “terrorismo”. Negrini sostiene que JBS dispone de la capacidad tecnológica y la influencia en el mercado como para hacer efectivos sus compromisos y que ha sido “la falta de compromiso e inversiones lo que ha retrasado los progresos”.

Un portavoz de JBS ha respondido que la empresa “se toma muy en serio sus responsabilidades para afrontar los riesgos de deforestación de su cadena de producción. Sin embargo, los problemas del sector son bastante más grandes de lo que una sola empresa puede solventar. Creemos que JBS tiene una serie de políticas, sistemas e inversiones que están produciendo un impacto positivo en reducir ese riesgo”.