El monolito, considerado en mayor monumento franquista del archipiélago balear, va a ser protegido. Fue levantado por donaciones al régimen para conmemorar al Crucero Baleares, emblema del «martirio nacional» y utilizado como herramienta de propaganda en todo el país
Cómo los esclavos del franquismo sirvieron para construir la Mallorca del ‘sol y playa’
El monolito de Sa Feixina, erigido por el franquismo en 1947 para glorificar a los “héroes” del Crucero Baleares, hundido en marzo de 1938 y responsable del bombardeo llevado a cabo un año antes contra la población civil que huía de Málaga a Almería en plena ofensiva fascista –episodio históricamente conocido como ‘la Desbandá‘– ha vuelto al centro del debate público. Convertido en uno de los símbolos más controvertidos del paisaje urbano de Palma, este vestigio de la arquitectura fascista ha sido, durante décadas, foco de varios intentos de resignificación, campañas en pro de su demolición y distintas batallas judiciales. Ahora, el Ayuntamiento de la capital balear, gobernado por PP y Vox, quiere incluirlo, con la máxima protección integral, en el catálogo municipal de bienes de interés histórico, artístico y arquitectónico.
La propuesta implica dotar al monumento de una figura de protección legal que impediría su demolición sin autorización expresa, a pesar de su origen vinculado a la dictadura. Las reacciones no se han hecho esperar, tanto a favor de la conservación del monumento por considerar que recuerda “a un rascacielos art decó’” e incluso “representa un clamor por la paz”, como en contra de un símbolo que entidades memorialistas sostienen que constituye una ofensa a las víctimas del franquismo y a la memoria democrática, así como una vulneración de la Ley de Memoria Histórica.
Aunque en 2010 se eliminaron los símbolos explícitos del régimen de Franco y se reinterpretó el monumento como un homenaje a todas las víctimas de la Guerra Civil, las asociaciones memorialistas señalan que se trata de un gesto cosmético insuficiente. A su juicio, no basta con resignificar el espacio: la única solución justa sería su demolición o su traslado a un contexto museístico, como ya ha ocurrido con otros símbolos franquistas en diferentes partes de España. Entidades como Memòria de Mallorca sostienen que mantener el monolito en el espacio público es una forma más de blanquear el fascismo, además de perpetuar el dolor de las víctimas, retrasando con ello los procesos de justicia y reparación.
El monolito de Sa Feixina fue erigido por el franquismo en 1947 para glorificar a los “héroes” del Crucero Baleares
La asociación calcula que más de 2.000 víctimas fueron asesinadas por el franquismo en Balears y más de 10.000 fueron encerradas en prisión durante el periodo de la Guerra Civil y la dictadura, mientras que otras muchas sufrieron desapariciones forzadas, recibieron condenas y sentencias a muerte manifiestamente injustas y fueron ejecutadas extrajudicialmente.
Paco Ferrer, víctima: “No quiero morir sin ver su desaparición”
Una de las víctimas que sobrevivieron a los bombardeos del Crucero Baleares fue Paco Ferrer, quien a lo largo de toda su vida luchó para que el monumento de sa Feixina fuese derruido. La masacre sufrida en La Desbandá fue para él una experiencia traumática que nunca pudo olvidar. Tenía siete años cuando atravesó la “carretera de la muerte” y las fuerzas franquistas perpetraron su ataque contra miles de civiles que huían de Málaga a Almería. En una entrevista en Diari de Balears, contó que llegó a Mallorca en los años sesenta para incorporarse en el sector de la hostelería, y que, cuando un día pasó junto al monolito, se le “revolvió el estómago” al ver a quiénes estaba dedicado y nunca más volvió a pasar por la zona.
En otra conversación con Memòria de Mallorca, manifestó: “Es un monumento franquista, un monumento fascista; arriba del todo tiene un faro, y yo digo que ese es el ojo del Gran Hermano que nos vigila y nos dice: ¡No os mováis que todavía estamos aquí!”. Durante su intervención en uno de los plenos del Ayuntamiento de Palma en el que se debatía sobre el mantenimiento o derribo del monolito, Ferrer pidió el turno de palabra y espetó ante los allí presentes: “No quiero morirme sin haber visto su desaparición”. Falleció en marzo de 2017, pero el monumento continúa en pie.
Decenas de miles de personas huyeron de los ataques franquistas por la carretera Málaga-Almería en lo que se conoce como ‘La Desbandá’
Paco Ferrer, uno de los supervivientes a los bombardeos del Crucero Baleares, luchó toda su vida para que fuera derruido. Jamás olvidó ‘La Desbandá’. Tenía siete años. Ya adulto, en Mallorca, cuando un día pasó junto al monolito, se le ‘revolvió el estómago’ al ver a quiénes estaba dedicado y nunca más volvió a pasar por la zona
Inclusión en el censo estatal de simbología franquista
Desde las entidades memorialistas critican los intentos de determinados sectores políticos y sociales de defender el monolito como “patrimonio histórico” desligado de su carga ideológica, dado que esta postura, según Memòria de Mallorca, “ignora el contexto en el que fue construido y los valores que representaba”. A lo largo de los años, estas asociaciones han organizado concentraciones y actos de homenaje a las víctimas de la represión franquista en las inmediaciones del monumento, exigiendo su retirada. Advierten de que mantener este tipo de símbolos en espacios públicos va en contra de los principios democráticos y de la memoria colectiva.
Tras conocer las pretensiones del PP con el monumento, Memòria de Mallorca ha reclamado que éste se incluya en el censo estatal de simbología franquista. “Por mucho que se pretenda disfrazar de democrático o justificar como un elemento protegible, sigue siendo un monumento franquista que vulnera la memoria democrática de nuestro pueblo y ofende la dignidad de las miles de víctimas civiles inocentes que fueron bombardeadas por la tripulación de este crucero militar que se honra”, aseveran desde la entidad, volcada desde hace más de veinte años en la búsqueda de los restos de víctimas del franquismo de Balears.
Imagen panorámica del monolito de sa Feixina recién inaugurado, con el cuartel de Infantería de Marina al fondo
Frente a ello, defensores de la conservación —incluyendo arquitectos, asociaciones vecinales y partidos conservadores— argumentan que se trata de una obra de interés arquitectónico racionalista y de valor testimonial que debe preservarse como parte del patrimonio urbano. Una de las entidades que ha luchado por su preservación es ARCA, que considera que, una vez desprovisto de cualquier simbología, el monumento “representa un clamor por la paz y contra las dictaduras”. “Hay pocos monumentos que superen al 100% un test de derechos humanos, de criterios ecológicos, de justicia social o de igualdad entre hombres y mujeres. El paso de la historia deja su impronta en elementos patrimoniales y nos ayuda a conocer, entender y no repetir errores”, señalaban desde la asociación tras el anuncio del PP de dotar sa Feixina de máxima protección.
Un monumento “para exaltación y gloria del franquismo”
“No debería existir nada que recuerde a un hecho como el que protagonizó este barco cuya única vinculación con las islas era su nombre”, señala el investigador Manel Suárez Salvà, autor, entre otras obras, de La presó de Can Mir. Un exemple de la repressió franquista durant la Guerra Civil a Mallorca (Lleonard Muntaner). En declaraciones a elDiario.es, Suárez recuerda que estos monumentos eran construidos “para mayor exaltación y gloria del franquismo” en recuerdo de “los caídos por Dios y por España”, una expresión que, como señala el historiador Miguel Ángel del Arco, se convirtió en puntal clave para fijar “la dicotomía entre los buenos y los malos españoles” y “fraguar una memoria de la ‘Cruzada’ en manos del franquismo”.
“El mito quedó cristalizado en la construcción de los llamados monumentos a los caídos mediante la participación popular, pero con el inmediato control y canalización del proceso de construcción (y estética) de los monumentos en manos de las autoridades rebeldes”, incide el investigador, quien en su libro Cruces de la memoria y olvido señala que el significado, el estilo y la estética de los monumentos franquistas “no dejaban lugar a dudas”: “Eran excluyentes, presididos por la cruz, concebidos para honrar sólo a los caídos del bando insurgente y olvidando a los republicanos, negándoles cualquier individualidad y sometiendo (y secuestrando) su memoria a los fines políticos de la dictadura franquista”. A través de la honra y recuerdo de los caídos, “fueron diseñados para definir y ensalzar una España, la de Franco”, mediante materiales que buscaban “perdurar eternamente”.
El monumento de sa Feixina en una fotografía de 1955, cuando conservaba las referencias a los «héroes» del crucero Baleares
No debería existir nada que recuerde a un hecho como el que protagonizó este barco cuya única vinculación con las islas era su nombre
Los monumentos fueron, además, insertados en el espacio público, visibles a todos, condicionado el relato, el recuerdo y el paisaje de la historia contemporánea de España, tal como ocurrió con el monolito de sa Feixina. Suárez lamenta que la “tibieza” de la izquierda impidiera durante la pasada legislatura derribar el monumento. “Luego vino el Partido Popular con su descaro”, asevera el historiador, quien recuerda que el PP “en este país tiene una asignatura pendiente”: condenar el franquismo, algo que los conservadores nunca han hecho ni en sus documentos oficiales ni en sus declaraciones institucionales. Aunque algunos de sus líderes han reconocido que España vivió una dictadura, el partido como tal ha evitado históricamente una condena clara del franquismo y ha mostrado una actitud ambigua ante el legado de esa etapa.
“Las derechas europeas, si queremos aludir a las derechas civilizadas en las que se integraría el Partido Popular en Europa, no dudarían ni medio segundo en condenar el franquismo y el nazismo. Todas, menos el PP español, al que ahora le viene muy bien Vox como excusa”, recrimina Suárez. Este asevera que si la presidenta del Govern, Marga Prohens, “quisiera, las sinvergonzonerías de Vox, que hace peinetas a la oposición, que recrimina a una periodista que haga su trabajo o que desea Feliz día de la victoria en un pleno [en referencia al diputado de extrema derecha Sergio Rodríguez], no se producirían”.
Los polémicos actos de Vox, Falange y HazteOir en sa Feixina
Sin embargo, no solo estas entidades se han manifestado en torno al monumento. Con su silueta de hormigón armado y su impronta monumental, sa Feixina ha servido, además, de escenario para algunos los actos políticos de Vox. Desde su irrupción institucional en las islas en 2019, la formación de extrema derecha ha utilizado este lugar como escenario simbólico para sus manifestaciones en defensa de lo que denominan “la historia de España sin complejos”. El 20 de noviembre de 2023, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Franco, varios miembros del partido acudieron al lugar en una acción no oficial, pero ampliamente difundida en redes sociales. Fue además en esta zona donde el líder de Vox, Santiago Abascal, celebró en abril de 2023 el mitin principal de precampaña del partido en Balears.
El presidente de Vox, Santiago Abascal, y el de Vox Balears, Jorge Campos, intervienen en un acto de precampaña en el Parc de sa Feixina
En otras ocasiones, Falange ha organizado ofrendas florales en el monolito como homenaje a los “caídos por Dios y por España”, mientras que la organización ultracatólica HazteOir ha convocado concentraciones en sa Feixina en varias ocasiones, especialmente en 2016 y 2017, cuando se intensificó el debate sobre la posible demolición del monolito. Bajo el lema “No borren nuestra historia”, defendían su valor como patrimonio cultural e histórico, minimizando su origen franquista.
El monumento, inaugurado en 1947 con la presencia del dictador Francisco Franco y diseñado por los arquitectos Francisco Roca Simó y Antoni Roca Cabanellas, fue construido gracias a las abundantes donaciones de particulares y empresas que reunieron las 100.000 pesetas que costó su ejecución en recuerdo de los marineros fallecidos en el hundimiento del Baleares: el crucero del bando sublevado había sido torpedeado por la flota republicana en 1938 durante la batalla del cabo de Palos, en la Guerra Civil. El barco se hundió con más de 700 hombres a bordo, muchos de ellos reclutados en Mallorca.
Imagen del crucero Baleares en 1938
Un año antes, el barco había sido responsable de arrojar metralla contra los miles de civiles que el 7 de febrero de 1937 se arrojaron desde Málaga a la carretera rumbo a Almería. Durante días, decenas de miles de personas huyeron en dirección este de los regulares marroquíes y los tanques italianos que venían por el oeste. En su huida, fueron bombardeadas por los aviones Heinkel de la Luftwaffe y tres buques que los cañoneaban desde el mar: el Almirante Cervera, el Baleares y el Canarias. Los historiadores calculan que fallecieron entre 5.000 y 10.000 civiles. Sin embargo, durante la dictadura todas ellas acabaron en el olvido, mientras el hundimiento del Baleares fue convertido por el régimen franquista en un emblema de heroísmo y martirio nacional y utilizado como herramienta de propaganda en todo el país.
El Crucero Baleares fue torpedeado por la flota republicana en 1938 durante la batalla del cabo de Palos, en la Guerra Civil. El barco se hundió con más de 700 hombres a bordo, muchos de ellos reclutados en Mallorca. Los historiadores calculan que fallecieron entre 5.000 y 10.000 civiles por sus bombardeos cuando estaba operativo
Durante décadas, el monolito de sa Feixina mantuvo inscripciones, símbolos y emblemas que glorificaban la dictadura, hasta que en 2010 el Ayuntamiento de la capital balear –entonces en manos del Pacte de Progrés– retiró los elementos más explícitos, como la cruz laureada y las leyendas franquistas, en aplicación de la Ley de Memoria Histórica. Pese a esas modificaciones, muchas entidades consideran que el monumento no ha perdido su carga simbólica original, perpetuando un relato de poder que aún pesa sobre la democracia.