miércoles, abril 9 2025

800 tiendas frente a 10.000: España aún está muy lejos de que la segunda mano alivie la bola de basura de la ‘fast fashion’

La moda de usar y tirar acarrea daños ambientales a gran escala como el consumo intensivo de agua y petróleo, además de emitir el 10% del CO2 mundial: «Aunque se percibe un incremento», según los expertos, comprar prendas reutilizadas todavía es una opción muy minoritaria

La ley puede poner coto al impacto ambiental de la ropa de usar y tirar y Francia está intentándolo

En España, un país que genera más de 20 kilos de residuos textiles por persona y año, la idea de comprar (y vender) ropa de segunda mano aún parece algo marciana. Rebajar la montaña de desechos de moda al hacerse con prendas con una vida anterior sigue lejos de ser una solución. Aquí hay cerca de 800 tiendas dedicadas a este comercio, cuando, sin ir más lejos, en Gran Bretaña son más de 10.000, según el recuento que ha hecho la Fundación Humana.

“Queda mucho camino por recorrer”, dice el experto en tiendas de Humana Rubén González, quien afirma que “este mercado es fundamental para la sostenibilidad del sector textil”. Sin embargo, la responsable de comercio sostenible de Greenpeace, Celia Ojeda, contrapone rápidamente: “No es LA solución. Es un modelo alternativo que ayuda a comprender que no pasa nada ni es cutre llevar ropa de este tipo”.

Aunque ambos expertos coinciden en que “se percibe un incremento” que se traduce en “la creación de pequeños enclaves con tiendas en ciudades como Madrid y Barcelona” –señala Rubén González– o “tiendas online que han abierto sede física” –cuenta Ojeda–, lo cierto es que los números son los que son: 144 comercios en Catalunya, 123 en Andalucía o 106 en la Comunidad de Madrid. Ninguna de las demás autonomías llega a las 80 tiendas.

Queda mucho camino. En España se han tenido y se tienen prejuicios sobre esta ropa, no creo que la gran diferencia con países del norte y el centro de Europa tenga mucha relación con la fuerza de la ‘fast fashion’ aquí

Rubén González
Experto de tiendas en Humana

Por municipios, el recuento solo ha encontrado tiendas de segunda mano en 20 ciudades: Madrid es la que más con 91, seguida de Barcelona con 74 puntos de venta.

“En España se han tenido y se tienen prejuicios sobre esta ropa, no creo que la gran diferencia con países del norte y el centro de Europa tenga mucha relación con la fuerza de la fast fashion aquí”, reflexiona el responsable de Humana. El concepto de fast fashion fue acuñado por un artículo del New York Times en 1989, precisamente, para describir la cadena de producción y venta de la española Zara.

La moda genera en España alrededor de un millón de toneladas de residuos, con un porcentaje de reciclaje muy bajo: el 80% acaba en el vertedero o incinerado. Pero el problema no se termina en las prendas o zapatos que se tiran después de vestirse. En la Unión Europea se destruyen entre 264.000 y 594.000 toneladas de textiles sin haberse usado.

Es más, el porcentaje medio de prendas que no se venden después de fabricarse, según diferentes estudios revisados por la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA en inglés), ronda el 21%. Y un promedio de un tercio de la ropa que se devuelve después de comprada acaba destruida. “La mayoría de lo que se devuelve se revende o acaba en outlets”, analiza la Agencia, “sin embargo la destrucción durante décadas de estos artículos ha tenido efectos negativos significativos en el medio ambiente y el cambio climático”.

Un estudio de la EEA publicado en 2024 resaltaba que “varias voces han revelado una verdad incómoda sobre la industria de la moda: la fast fashion y las marcas de lujo han sido descubiertas destruyendo grandes volúmenes de prendas devueltas o sin vender”. ¿Por qué? Por un lado, porque el modelo de fast fashion “se basa en la sobreproducción” para poder “cambiar rápidamente las tendencias” –explica la investigación–; por otro, “las marcas de lujo han mantenido así el valor de sus marcas impidiendo que surgieran mercados de descuento” para esos artículos.

Tenemos que reducir la producción, al menos, a la mitad. La segunda mano no puede ser donde la gente lleva la ropa cuando renuevan el armario entero cada nueva temporada

Celia Ojeda
Responsable de consumo sostenible en Greenpeace

Así que, mientras Rubén González subraya que “la moda de segunda mano es moda y los más jóvenes comienzan a verla como algo cool que les desmarca de la moda rápida”, Celia Ojeda considera que esta red comercial “no corta la ingente producción que implica la moda rápida que sigue fabricando prendas de baja calidad y las tiendas de segunda mano necesitan artículos con más calidad para que duren lo suficiente como para comprarlas”.

Prohibir la destrucción de la ropa no vendida

La “ingente producción” se refiere a 100.000 millones de prendas nuevas fabricadas cada año. La ONU ha calculado que la población compra un 60% más de ropa que hace 15 años y que, de media, la vida de esas prendas dura la mitad. “Los cambios rápidos de moda y los muchos nuevos diseños que se ponen a la venta cada año” –sostiene la EEA– están detrás de “las prendas sin vender” que luego han estado destruyéndose. Y los impactos ambientales que acarrea esa destrucción.

La Unión Europea va a prohibir a partir del 19 de julio de 2026 que las prendas, los complementos y el calzado sin vender sean destruidos. La norma tiene excepciones, pero la idea confesa es romper la dinámica del sector textil: consumir recursos, fabricar y desechar. Y vuelta a la casilla de salida.

Con esa fórmula, según la ONU, el sector se bebe unos 97.000 millones de metros cúbicos de agua al año (solo por detrás de la agricultura), contribuye al 9% de los microplásticos que contaminan los océanos y es responsable del 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero detrás del cambio climático.

Lo que ocurre con esta nueva medida antidestrucción de la UE, matiza Celia Ojeda, es que “los recursos ya se han utilizado”. El agua, el petróleo para las fibras o el algodón. Y el CO2 que suponen ya está actuando en la atmósfera contribuyendo al calentamiento global.

“Tenemos que bajar la producción, al menos, a la mitad”, resume la ecologista. “Pero ningún gobierno, ni la Unión Europea ni la ONU es capaz de decirle a la industria de la moda: ‘Rebajad la producción’”. Porque de poco sirve si una red de comercios de segunda mano “es donde la gente lleva la ropa cuando renuevan el armario entero cada nueva temporada”.