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La carrera contra las superbacterias parece no acabar nunca. La guerra está abocada a repetirse una y otra vez: si la llegada de los antibióticos salvó la vida de miles de millones de personas, su uso masivo –por muy efectivos que sean– conduce a los microorganismos a desarrollar resistencias para sobrevivir. Los médicos asumen que su trabajo es ganar todo el tiempo que puedan para minimizar el golpe: por un lado, evitando nuevas infecciones con una buena prevención o con vacunas; por otro, si la infección ya existe, tratarla con la mayor precisión posible, es decir, con los fármacos adecuados.
Te pongo un ejemplo. Estas bacterias multirresistentes (RMA) son un problema en una enfermedad como la tuberculosis. En el caso de esta infección se parte, para empezar, de una premisa errónea: no está erradicada en los países desarrollados. En España hay pocos casos (menos de 4.000 al año) pero la curva dejó de bajar durante la pandemia. Todo lo contrario, hay indicios de que está subiendo, como contamos en este artículo. Uno de los grandes retos a la hora de controlarla es que los pacientes infectados sigan adecuadamente los tratamientos. Duran seis meses, un montón de tiempo, pero cortarlo antes de lo debido –o no tomar todo lo que se indica– da alas a las bacterias para hacerse invulnerables.
El peor desenlace posible ante una superbacteria es la muerte. Un estudio publicado el mes pasado reveló que los fallecimientos relacionadas con estos patógenos en España son mayores a las estimadas por el Ministerio de Sanidad. Según la investigación, basada en datos de 130 hospitales, 170.000 pacientes fueron diagnosticados con infecciones por bacterias multirresistentes en 2023. De ellos, “24.000 habrían muerto en los 30 días posteriores al diagnóstico”.
*Antes de seguir: Una gripe o un catarro, recordemos, están causados por virus. Tomar antibiótico no solo no es la solución individual sino que allana el camino a estas superbacterias.
No todo van a ser malas noticias. Esta semana tenemos una, al menos, prometedora. Casi tres décadas después de la última vez una clase de antibióticos llegó al mercado, científicos de Canadá y Estados Unidos, dirigidos por el investigador Gerry Wright, han identificado un candidato para hacer frente a algunas de las bacterias más resistentes a fármacos del planeta.
Se llama lariocidina y, con ella, los investigadores trataron “eficazmente un modelo de ratón infectado por una bacteria llamada A.Baumannii”, un microorganismo descrito por la OMS como un patógeno “crítico y asociado a enfermedades graves en los hospitales” por el perfil de multirresistencia que tiene, según describen en la revista Nature.
La particularidad de este descubrimiento, que está todavía lejos de tener una aplicación clínica, es su novedoso mecanismo de actuación. La molécula se une directamente a la maquinaria de síntesis de una bacteria “de una forma completamente nueva a la de otros antibióticos, inhibiendo su capacidad de crecer y sobrevivir”, según Wright y su equipo.
Mi parte favorita de la historia la he dejado para el final. La lariocidina está producida a partir de un tipo de bacteria que los investigadores encontraron en una muestra de tierra recogida en un patio trasero de Hamilton (Canadá). Dejaron que los microorganismos del suelo crecieran en el laboratorio durante aproximadamente un año y se dieron cuenta de que una de las bacterias, Paenibacillus, producía una nueva sustancia muy activa contra otras bacterias, incluidas las que suelen ser resistentes a los antibióticos.
Ahora hay que trasladar el experimento a humanos y eso tiene dificultades. Para empezar, la molécula se tiene que producir en cantidades lo suficientemente grandes para poder comenzar con el desarrollo clínico. El investigador principal reconoce el asombro del momento del descubrimiento –este momento me fascina, ¿cómo debe ser?– , pero “ahora empieza el trabajo duro de verdad”. Nature también asegura en un análisis que acompaña a la investigación que este hallazgo “debería ser recibido con bombo y platillo” pero, a la vez, con la debida cautela: “No hay que exagerar los primeros resultados”.
Mientras estabas a otras cosas…
Euskadi ha propuesto reducir el MIR de Medicina de Familia a tres años como una vía para tener más profesionales más rápido. El Ministerio de Sanidad ya ha dicho que no.
Los enfermos de ELA reclaman financiación ya para atender a los casos más graves. Son 500 personas en España, según la Fundación Luzón. La cosa no tiene buena pinta porque no hay presupuestos ni visos de tenerlos.
En 2024 se realizó el primer trasplante de hígado de cerdo modificado genéticamente a una persona. Parece que este tipo de órganos pueden sobrevivir y funcionar en humanos, según publican los autores de esa intervención en la revista Nature. Aquí el artículo.
Lo de las pantallas
La Comunidad de Madrid ha sentenciado el uso individual de dispositivos digitales en las aulas en Infantil y Primaria. Lo supimos la semana pasada, pero me parecía interesante traerlo a este boletín. “Se vuelve a la esencia de la educación”, dijo el consejero del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso. Tampoco se podrán enviar deberes que impliquen usar tablets en casa.
El comité de expertos y expertas que asesora al Ministerio de Juventud e Infancia sobre los derechos de los niños y niñas en los entornos digitales recomendó hace unos meses móviles analógicos para los adolescentes menores de 16 años – para evitar problemas de adicción, entre otras cuestiones– y cero uso hasta los seis.
Este asunto genera siempre mucho runrún en relación a la salud mental de los menores y a menudo con posiciones que parecen irreconciliables. O estás a favor o estás en contra. Lo que en este caso no parece haber hecho mucha gracia a sindicatos (progresistas y conservadores), a las familias, a las asociaciones de directores es que no se haya negociado. Leo con atención vuestras sensaciones, opiniones, intuiciones.
Feliz fin de semana.
Sofía