No dejen que esto siga encanallando la vida pública española. No alienten una reconstrucción hecha sobre la miseria ética de la irresponsabilidad, la impunidad y la mentira. La reconstrucción necesita un líder político que pueda abrazar a los que sufren
La autopsia de Mazón la está escribiendo la jueza de Catarroja, con pormenores minuciosos de cómo ocurrió el accidente. Lo extraordinario del caso es que el cadáver no se da por aludido. Cree que son autos judiciales lo que va publicando la jueza Nuria Ruiz Tobarra, pero es su autopsia política y él no se entera.
En la última entrega la jueza le invita a declarar, lo cual ha despertado mi estupor: ah, pero ¿hablan los cuerpos? Pues sí, tenemos un sistema tan compasivo, que ve a un tipo como Mazón acostado en la mesa de autopsias con el dedo gordo del pie al aire, y aún le da la oportunidad de hacer un alegato. Y va él y contesta que no, gracias, que no quiere ir a la morgue, pero que por lo demás, colaboración con la justicia a tope. Este es el cinismo que la jueza está diseccionando.
Cierto es que nadie va a la morgue de buen grado, más bien nos llevan a la fuerza. Lo prodigioso en el caso de Mazón es que se trata del primer cadáver al que diseccionan sin presentarse. Por eso no nota cómo el bisturí lo abre de arriba abajo, no siente el escalpelo tajándole los órganos. ¿Se habrá percatado de que no sangra?
Los demás asistimos perplejos al espectáculo: lo que tiene dentro ese hombre… Va quedando a la intemperie un liderazgo bajo el cual se mandó una alerta a 230 muertos para que evitaran desplazamientos. Y ya estaban flotando. Más secretos se irán sabiendo, porque los cadáveres siempre acaban por hablar y la jueza de Catarroja sabe dónde practica la incisión. Entretanto, vemos el barro negro que este hombre tiene en el lugar del corazón. Está apelmazado y hiede. El olor a podrido que mana de sus entrañas es insoportable. Están apilando las vísceras y apestan a impunidad. No quiero ni imaginar el detritus que saldrá de ahí el día que por fin se presente.
Ahora bien, la pestilencia que deja todo esto no la causa un solo cuerpo. Es nefasto que una autopsia política se practique en el juzgado de lo penal. No sé si los miembros de Las Cortes valencianas se dan cuenta del lugar en que quedan: la nada. El parlamento es el lugar donde un gobernante gana y pierde la confianza: no está funcionando, no es capaz, no tiene las herramientas. Les Corts son hoy una catedral vacía donde se toca el Réquiem a la espera de que llegue el coche fúnebre.
El peor papelón es el de la cúpula del PP. Ellos sí sangran, pero muchos días palidecen como si no les corriera sangre por las venas. Estamos asistiendo a uno de los episodios más indignos de inoperancia de los partidos. Una de sus tareas es deshacerse de quienes no superan los mínimos para formar parte de la dirigencia del país. Pero si esa cúpula no tiene la determinación o la inteligencia para hacerlo, está trabajando a favor de la antipolítica. ¿Nadie se da cuenta de cómo esto desmadeja las bases del sistema democrático? Debería estar prohibido. Si a mí me obligaron las ordenanzas municipales a disponer del cuerpo de mi perra cuando murió, ¿cómo es posible que el PP tenga tirado un cadáver ahí en medio intoxicando así la vida pública?
Por favor, que alguien se haga cargo de una vez. Alguien en la política, quiero decir. Por favor, no dejen que esto siga encanallando la vida pública española. No alienten una reconstrucción hecha sobre la miseria ética de la irresponsabilidad, la impunidad y la mentira. ¿Qué clase de reconstrucción puede ofrecer un cuerpo así? Reconstruir Paiporta, Catarroja, Benetússer, Chiva, Sedaví, Alfafar, no es asfaltar las calles. Reconstruir Picanya, Xirivella, Montroi, no es arreglar el saneamiento. La reconstrucción requiere coser el tejido institucional, para recuperar la confianza de la gente en que la próxima vez no se enviará la alerta a 230 cadáveres. La reconstrucción necesita un líder político que pueda abrazar a los que sufren.