sábado, enero 11 2025

Marta Nieto: “Los hombres deben dar un paso adelante con el Me Too porque, si yo lo he visto, ellos también”

La actriz debuta en la dirección con ‘La mitad de Ana’, una película delicada y sensible sobre la identidad y la infancia trans que se ha estrenado en salas de cine

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Marta Nieto lleva delante de la cámara desde hace mucho. No se había planteado otra cosa que ser actriz. Pero de repente algo empezó a crecer dentro de ella. Era una pulsión. Una necesidad de contarse. De escribir y plasmar en la pantalla temas y personajes que no estaba viendo. “Mujeres haciendo cosas”, dice con naturalidad. Esas mujeres haciendo cosas que ahora, gracias a la nueva hornada de directoras del cine español, empieza a ser más habitual. Cuando ella empezó a escribir, todavía no lo era. Y esa necesidad se convirtió en un impulso irrefrenable para modelar el personaje de una madre poliédrica y compleja. Las que hasta hace no mucho escribían los hombres casi caricaturizándolas.

El proceso hasta llegar al estreno de esa película, La mitad de Ana ―que ya está en cines―, ha sido largo. Lo define como orgánico. Marta Nieto no tiene miedo en reconocer que ha aprendido haciendo. Pero algo había en esa historia para que María Zamora (productora de Carla Simón, Elena Martín Gimeno o Mar Coll, entre otras) decidiera apostar por ella. Primero probaron en un corto, Son, que sirve como preámbulo a esta historia que Marta Nieto, por si fuera poco, también protagoniza.

La mitad de Ana es un filme delicado, íntimo y hermoso sobre la identidad. A secas. La identidad de la madre que ella interpreta, y también la identidad de su hijo, que se encuentra en plena transición de género. Un filme que se escribió a la par que los propios avances sociales llegaban, con la ley trans como punta de lanza, algo que hizo que su propia historia ―escrita junto a Beatriz Herzog― fuera evolucionando, mutando como un ser vivo que se adapta a la propia realidad.

¿Cómo nace el proyecto, es personal? No es un tema fácil para un debut

Nace poco a poco, la verdad. Ahora que estamos presentando la peli parece todo muy grande, muy complejo, pero lo hemos ido haciendo de manera muy orgánica en un inicio. Yo recuerdo querer ver a mujeres haciendo cosas y de repente darme cuenta de que tenía una pulsión y un interés sobre algo que era mi propia experiencia sobre la maternidad. Es una explosión de emociones muy intensas que a veces cuesta colocar. A partir de ahí me gustaba la idea del juego de identidades, de reflejarlo con algo que entonces era muy desconocido, que tenía que ver con la exploración de género en la infancia. Ahora ya es un tema del que todo el mundo más o menos tiene una opinión, pero cuando empezamos a escribir el guion yo misma iba aprendiendo conforme iba escribiendo.

En la película hay una comparación entre madre e hijo para hablar de la identidad como algo que no es fijo, que es cambiante. 

Yo creo que la identidad no es el lugar al que llegar, es algo que vas experimentando y que va cambiando conforme vas creciendo y vas eligiendo otras cosas. Es como las etiquetas. Tú necesitas al principio de tu vida identificarte con algo. Yo soy generosa, o soy simpática. Y luego necesitas desprenderte de esas etiquetas para poder seguir creciendo. Con la identidad creo que pasa algo parecido. Estás todo el rato intentando encontrar un equilibrio, pero es cambiante.

¿Las etiquetas son algo que afecta mucho también a las actrices? Se es actriz de teatro, actriz de cine, actriz de comedia…

Forma parte del lenguaje que utilizamos para entendernos y para tener las cosas más o menos seguras. Da mucha tranquilidad poner una etiqueta. Da mucha tranquilidad a veces ponértela tú para diferenciarte del resto o para pertenecer a un grupo. Y da mucha tranquilidad entender el mundo de esa manera. Pero yo creo que es una fase y que, como todas, llega un momento en el que el traje se queda pequeño y necesitas salir de ahí, explorar otras cosas. Como intérprete y como persona. La expansión forma parte de la vida y la contracción también.

El guion de La mitad de Ana, escrito junto a Beatriz Herzog, busca el equilibro entre no ser excesivamente melodramático, ni irse a lo didáctico… ¿Cómo se ha trabajado eso?

Cuando empezamos a escribir no había ley trans ni había 20.000 especies de abejas. La sociedad no tenía una opinión formada ni una experiencia cinematográfica que fuera pedagógica. Cuando esto empieza a pasar, nos planteamos todo el tiempo qué aportábamos nosotras ahora hablando de este tema. Y la respuesta tiene que ver con un interés de poner encima de la mesa otras herramientas. Ya tenemos un marco legal en el que se genera el derecho a la exploración de género en la infancia. Y ahora, ¿cómo se hace eso? Nosotras, con apoyo de Miquel Missé, que es un pensador de lo trans, que nos da mucha seguridad y nos apoya, creemos que podemos hablar de esto, de lo sutil, de la paciencia, de la serenidad, del amor propio, que son herramientas que son igual de válidas en una infancia que en una infancia trans. Y no hace falta explicar mucho, porque ya damos por normalizada la situación. A mí me parece importante no dar marcha atrás. No vamos a cuestionar lo que ya es un derecho. Vamos a seguir avanzando creando más empatía y más emocionalidad con respecto a estos temas.

Debuta como directora y además protagoniza la película, no era la fórmula más sencilla, ¿en qué momento decide que iba a ser la actriz?

La verdad, no era la idea. Cuando ya asumo que voy a dirigir la peli, que tampoco era algo que yo pretendiera al principio, vamos avanzando con el proyecto y el corto lo protagoniza otra actriz [Patricia López Arnaiz], pero ella hace 20.000 especies de abejas. Entonces, no tenía sentido que hiciera una peli sobre el mismo tema. María Zamora, la productora, igual que me pregunta si quiero dirigir, me propone que lo haga yo. Yo pensé, “es muy difícil ponerte a dirigir tu primera peli y tener que hacer este doble rol”. Y ha sido de lo más difícil, pero ahí está. Lo he hecho con mucha humildad y rodeada de gente que sabe mucho más que yo y me he dejado aconsejar. Cuando estaba muy nerviosa y no sabía y tenía dudas, me ponía de escorzo, de espaldas, porque teníamos que sacar el plano. Porque hay que contar lo que queremos contar y se cuenta de muchas maneras, no solamente con la interpretación del personaje de Ana.

Ha mencionado a María Zamora, ¿cómo de importante es tener a una mujer como productora, en una primera película, y más alguien como ella, que apuesta por las cineastas?

Muchísimo. Claro, no puedo comparar porque no tengo otra experiencia, pero sí que he sentido cierto sentimiento de facilidad. No solo porque ir de su mano ya te valida de alguna manera por su criterio, sino porque realmente ella es muy lúcida y ha mejorado muchas fases de la película. Hay algo de su mirada que ha hecho crecer la película.

Se habla mucho del síndrome del impostor, imagino que como directora novel lo ha tenido, pero no sé si acompañarse bien reduce ese miedo.

Y otra vez poniendo en el centro las dudas genuinas. Yo tenía muchas cosas claras y muchas más que no las tenía claras, pero es más fácil decirlo e invitar a colaborar al que sabe más que tú, al director de foto, al director de arte o al chico de sonido. El síndrome del impostor yo creo que se relaja con la honestidad. Esto es lo que hay y vamos a intentar hacer la mejor peli posible. Soy consciente de que nos hemos dejado la piel. Hay que tener una capacidad de trabajo brutal para levantar un proyecto. Yo no sabía la cantidad de horas que se requiere en la pre y en la postproducción y he flipado. Admiro muchísimo más ahora a las directoras y a los directores. Pero evidentemente es un trabajo en equipo, no se puede hacer de otra manera y es parte de lo chulo. Es, de hecho, lo más chulo.

¿La experiencia como actriz le ha hecho ser más consciente de lo que no quería en un rodaje?

Claro. Antes sí era más habitual estar en un set tensa porque había una energía demasiado jerárquica y un poco violenta. Últimamente, yo no lo he encontrado y creo que forma parte de esta practicidad que al final todos vamos encontrando, una forma en la que todo suma. No imponer. Yo creo que imponer resta y dialogar suma. En un set y en la vida. Poco a poco todos vamos teniendo esta inteligencia emocional que hace que seamos más prácticos. Supongo que es evolución.

La película nace de un cortometraje, Son. En el proceso de casting del largo se desató una red de mensajes de odio porque se buscaban niños trans o no binarios para el papel. Ahora vemos los comentarios a Karla Sofía Gascón cada vez que gana un premio. Ese odio sigue ahí. ¿Ha pensado por qué este es un tema que provoca tanta ira?

Sí. Reflexionamos mucho al respecto. Por un lado, yo tengo la sensación de que cuando se habla de infancia los miedos más atávicos aparecen. Aparece toda esta sociedad paternalista queriendo opinar. Entiendo que en eso hay una cierta buena intención, la de proteger a la infancia, aunque sea de esta manera tan bizarra y tan violenta. En el caso de un adulto no lo entiendo. No entiendo por qué te sientes con el derecho de censurar a otro y crees que tu opinión es más importante que la otra hasta el punto de insultar. Pero también creo que las redes son un mundo aparte y que gracias a dios es un espacio donde se habla mucho, pero se hace poco. Creo que tienen poca traducción a la realidad y que los buenos somos más, y cuando vemos a Karla lo que quieres es aplaudirle, darle un abrazo y vitorear su arte. Sea quien sea. ¿Por qué vamos a cuestionarlo? No tiene ningún sentido. Creo que las redes son cada vez más un reducto de detractores de los avances sociales.

¿Cómo de importante para dar el salto a la dirección es el caldo de cultivo creado gracias a otras directoras o productoras y directoras?, ¿ha influido en crear esa confianza en otras mujeres?

Seguramente, y en la consciencia de que tenemos un punto de vista válido. Vosotros, nosotras, elles… Todo el punto de vista tiene un valor, y si tienes una pasión y si tienes un interés, es probable que merezca la pena que lo intentes, porque hay una pulsión real. No me parece más importante tu opinión que la mía o la mía que la tuya. Y esto tiene que ver con el feminismo también.

¿Ha ayudado también el que haya cambiado el ambiente en los rodajes, el que se hayan creado redes de seguridad tras el Me Too? En Hollywood, tras el testimonio de Blake Lively muchas actrices están contando cómo no fueron escuchadas o creídas cuando se quejaron sobre compañeros. 

Yo creo que sí, que hay una red de seguridad porque hablamos entre nosotras. Y aunque sea entre nosotras, nos sentimos sostenidas. Y eso se contagia y hay aliados, pero yo estoy deseando que tomen el relevo, que les preguntemos a ellos, ¿lo has visto hacer?, ¿lo has hecho?, ¿has visto como se cometían abusos? Porque yo lo he visto. A mí me lo han hecho. Pero yo quiero que ellos se involucren, que sean conscientes, que asuman su responsabilidad. Para que se deje de responsabilizarnos a nosotras a ser víctimas y a nombrar. Hay una rabia inevitable porque joder, ha sido muy doloroso todo el proceso y sigue siéndolo. Ahí están las estadísticas. Tenemos que tomar todas y todos responsabilidades. El testigo es vuestro porque si yo lo he visto, tú lo has visto. Y si a mí me lo han hecho es que alguien lo ha hecho. Y ese alguien o es tu colega o eres tú. Entonces, dad un paso adelante, sin ánimo de beligerancia. Yo no soy especialmente beligerante. No estoy en esa energía, pero estoy cansada de que me pregunten. No. Tú, hombre, director, guionista, ¿qué has visto?, ¿qué has hecho?, ¿te arrepientes? Puedes ayudar. No hace falta que denuncies a tu colega, pero puedes contar cómo eso forma parte de la idiosincrasia en la que has vivido, cómo eso forma parte del sistema. No hace falta que estemos todo el rato nosotras acusando. Es agotador. Una responsabilidad extraordinaria.

Ha mencionado la rabia, ¿es un buen motor creativo?

La rabia es muy práctica porque te hace no estar deprimida. Debajo de la rabia hay tristeza. Debajo de la ira hay pena. Son sentimientos que te hacen querer vivir, aunque sea para vengarte, aunque sea para poner orden. Restaurar justicia. Pero son finitos. Para mí no son muy fértiles. Te dan mucha fuerza, pero luego esa fuerza hay que transformarla en otra cosa. Yo creo en el entendimiento y creo en el diálogo. Y creo que el feminismo es inclusivo y por eso reivindico que vosotros forméis parte de esto, porque no es cuestión de acusar a nadie. Ya no estamos en eso. Es cuestión de responsabilidades y de que si vamos entendiendo que cada uno y cada una tienen una responsabilidad, podemos ir avanzando. No es quedarnos otra vez en la acusación o en esta cosa de la rabia. Yo creo que hay un paso ahí que estamos a punto de dar. Soy optimista.

El optimismo ahora es casi revolucionario, pero cuesta.

Cuesta mucho. Cuesta un montón. ¿Pero cómo vivir si no? Cómo se vive si no intentas, si no piensas bien. Habrá que vivir. Es una frase de Vania, que acaba la función diciendo eso y yo la pienso mucho. Habrá que vivir. Y solo hay una manera de vivir, creo, y es intentando hacer las cosas un poco mejor.

Vídeo de la entrevista completa

Vídeo: Nando Ochando y Lourdes Jiménez