El Gobierno otorgará el próximo 31 de octubre a los descendientes del escritor una declaración de reconocimiento y reparación en la que se detallará que su condena a pena de muerte «por adhesión a la rebelión» es nula en virtud de la Ley de Memoria Democrática
El Supremo rechaza el derecho al olvido de un alférez que participó en el proceso que condenó a muerte a Miguel Hernández
“Josefina, la fiebre se va poco a poco y estoy mejor. Manda hoy mismo otra caja de inyecciones BISEPTISEN. No eches nada a la sustancia. El primer día me gustó, solo que estaba muy espesa. Da besos a Manolillo. Miguel”. En un trozo de papel higiénico al que le falta una esquina, en lápiz y sin fecha, escribió Miguel Hernández por última vez a su mujer Josefina Manresa y su hijo, que entonces tenía tres años y había nacido estando él encerrado en la cárcel de Alicante. Había sido condenado a prisión por defender ideas republicanas y allí moriría en la madrugada del 28 de marzo de 1942 de una tuberculosis. En su tumba, donde sus restos reposan con los de su esposa y su hijo, la piedra reza: Miguel Hernández. Poeta.